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MONSEÑOR FRATEJACCI A DON
BOSCO
Muy querido y venerado don Bosco:
íEstoy pasmado!... Y casi no creo en la verdad
y seguridad de lo que me apresuro a escribirle.
Querido don Bosco, Deus Dominus loquutus est (El
Señor Dios ha hablado).
El cardenal Vitelleschi ha muerto. Acometido
con una fiebre tifoidea, a las tres de la mañana,
naturae debitum solvit (pagó su tributo a la
naturaleza). Treinta días justos después de su
promoción. íCasi a los treinta días de su conocido
rescripto, sobre la causa de los Salesianos y de
don Bosco!
En el paroxismo del gran disgusto y de la
contrariedad que verdaderamente experimenté por
aquel rescripto o decreto, que jamás me hubiera
esperado, recordando la profecía de la Venerable
Ana María Taigi, que, encontrándose presente en el
gran cortejo del nuevo cardenal Marazzano, cuando
éste se dirigía a San Pedro luciendo la púrpura
por vez primera, exclamó:
->>Para qué toda esta pompa, si dentro de
cuarenta días estará el Cardenal bajo tierra...?
Sin medir las palabras que pronunciaba también
yo dije a la buena Inés, a quien confiaba la
amargura de mi alma, por lo que le había sucedido
a usted:
-Acordaos del día en que estamos y tened
presente que Vitelleschi, elegido hoy Cardenal,
antes de que termine este año 1875, ya no se
contará en el número de los vivos.
Puedo asegurarle que al decir estas palabras no
tenía ningún deseo de esta muerte, ni espíritu
alguno de venganza, ni otro sentimiento del que me
pueda remorder la conciencia. Yo hablé de un
acontecimiento futuro totalmente en las manos de
Dios y ajeno, por tanto, a la conciencia de los
hombres, como fríamente diría un historiador sobre
un acontecimiento de la antigüedad. Pero parecía
que después de aquel rescripto, en el que se había
apurado el juicio de los hombres y especialmente
de Vitelleschi, Dios mismo debía decir una palabra
y repetí a la buena Inés:
-Acordaos de que no habrá terminado el año y el
Cardenal de hoy ya no estará en vida...
Fue menester que Dios moviera mi lengua en
aquel momento, ya que las gracias gratis datae las
otorga Dios a quien quiere, sin atender a la
virtud ni a la santidad del sujeto; y hasta
profetizó la misma burra de Balaán. Por eso, hasta
se lo dije a la buena Inés, que podría
certificarlo, y creo que también se lo escribí a
usted a su tiempo. Se trataba de un hombre joven,
en el pleno vigor de sus energías, en el día de su
exaltación a la púrpura tan vivamente por él
deseada. >>Cómo pude afirmar, con la certidumbre
con que yo lo afirmaba, un suceso tan remoto o
imprevisible y precisar un tiempo tan corto que
los hechos han abreviado aún más? A cuatro meses
había yo ((**It11.571**))
reducido el tiempo de la alegría por el honor de
la púrpura y de la vida, y de hecho íno ha llegado
más que a un solo mes!
íQué suceso!, íqué meditación! Lo repito, estoy
pasmado, mas sin remordimiento de haber deseado
esta muerte, ni de haberme alegrado de que
sobreviniera. Por el contrario, lo siento, y me
duele el mal del prójimo, aunque sea verdad que yo
lo haya predicho y haya resultado verídico profeta
anunciándolo antes de que sucediera,
(**Es11.479**))
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