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CARTA DE MONSEÑOR FRATEJACCI A DON
BOSCO
Veneradísimo y carísimo don Bosco:
A mi carta de ayer uno la presente de hoy que
íno podía sospechar había de escribirle! Lo siento
de veras por usted y por el gran afecto y aprecio
sin límites que confieso profesar a usted y a su
Instituto.
((**It11.567**)) Pero
no puedo empezar sin antes recordar las primeras
palabras del sagrado Libro de Tobías: quia
acceptus eras Deo, necesse fuit ut tentatio
probaret te! (y porque eras acepto a Dios fue
necesario que te probara).
Sí, sólo con este criterio puede enjuiciarse el
hecho de la Comisión de los Cardenales. El
meticuloso trabajo del Secretario de la Comisión y
lo que lo precedió y acompañó; y, peor aún, lo que
siguió al Congreso de los eminentísimos
Cardenales. Cosas increíbles, más que verdaderas,
insólitas, extraordinarias y que enojan a
cualquiera que las observe. Pero íbendito sea
Dios! Nos consolamos también en esto, porque ello
demuestra, que acceptus eras Deo.
Es inútil que yo le repita lo que le escribe el
abogado Menghini, que lamenta muchísimo conmigo
los términos definitivos de la decisión, que facto
verbo cum Sanctíssimo, ha terminado y comunicado
hoy Monseñor Secretario (ya Eminentísimo) con el
mismo.
Me limitaré solamente a hacerle ver el finísimo
trabajo efectuado en torno a este asunto. No
contento el señor Secretario con notificar al
abogado Menghini que no escribiese más que unas
brevísimas palabras en vez de la exposición,
completa y concluyente, que él ha escrito y
distribuido a los Cardenales, se ha dado prisa
para bloquear al Cardenal Vicario y ganárselo,
sabiendo como cosa cierta el modo de pensar de
Bizzarri. Hizo usted bien escribiendo las cartas
que escribió, pero Monseñor Secretario estaba aquí
para neutralizar el efecto que éstas podían haber
producido. Sucedió, pues, que el Cardenal Vicario,
que fácilmente hubiera apoyado el parecer más
benigno y favorable de Martinelli y De-Luca, se
puso, por el contrario, resueltamente de parte de
Bizzarri y del Secretario, el cual es el primero
que habla con voto consultivo solamente, pero que
en esta ocasión se convirtió en decisivo por la
influyente y muy delicada circunstancia de que al
día siguiente debería vestirse también él con los
colores que usted sabe. Desviada así la opinión de
todos los congregados, y alarmados con el
fantasma, hábilmente presentado, de una posible
ruptura de tal prelado (M. G.) con la Santa Sede,
tuvieron ya poco que decir Martinelli y De-Luca,
siendo así que se pudo haber obtenido, lo repito,
el noventa por ciento en su favor.
Y todo >>por quién? Por un hombre, que
alardeaba de ser amigo entrañable de don Bosco, y
que íquizá también le debe mucho del color que hoy
viste! >>Y cuándo? Precisamente cuando cesaba en
su cargo de Secretario. Justamente dos días
después de haber entregado toda la documentación
de la oficina al sustituto M. Trombetta,
diciéndole, al firmar no sé qué documento:
-íMi última firma como Secretario!
>>Y cómo pudo quedarse con la cuestión de don
Bosco? >>Cómo pudo intervenir dos días después en
el asunto de la reunión de la Comisión? Dado que
por su convicción íntima fuera contrario a la
petición de don Bosco, >>por qué no aprovechó la
favorable ocasión del cese en su cargo, para
guardar silencio y dar a otro la incumbencia de
tratar de este asunto?
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