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Nos tomó de la mano y la tuvo entre las suyas
largo rato. íCuánto cariño tiene a don Bosco y a
la Congregación! Antes de despedirnos nos entregó
una limosna de treinta liras para el Oratorio,
protestando que nos hubiera dado más, de haber
podido.
Nosotros se lo agradecimos, primero rogándole
que no se molestase, pues se había levantado para
ir a buscar el dinero, y después prometiéndole con
toda gratitud nuestro perpetuo recuerdo y
continuas oraciones.
Por último S. E. Vitelleschi. Tuvimos que hacer
dos viajes. -íMonseñor tiene mucho que hacer!, nos
decían los sirvientes.
La última vez añadieron que Monseñor se
disponía para ir a almorzar. Yo sabía, por el
señor Alejandro que S. E. almorzaba a las dos y
media y, como todavía eran las dos y diez, pedí
que, al menos, anunciaran al Arzobispo que dos
sacerdotes de don Bosco pedían audiencia. Su
Excelencia en persona salió a recibirnos y nos
pasó a un saloncito. Se habló de la Casa, de los
muchachos, de don Bosco y de N. N. Este Prelado es
totalmente nuestro. Nos aseguró que, en la primera
quincena de junio, se pondría a discusión el
asunto de los privilegios. Nos dijo que lo había
visto en el Vaticano.
En cuatro días hemos recorrido Roma de uno a
otro extremo. Sobre todo porque frecuentemente
estos Prelados no se encontraban en casa. Hemos
intentado visitar a otros pero hasta ahora no
hemos podido encontrarlos en casa.
Hemos entregado a todos la carta de don Bosco y
los libros.
->>Y cómo corresponder a tan hermoso regalo?,
decían estos buenos prelados.Ya es una dignación
el aceptar esta demostración de nuestro respeto y
ello nos animará a continuar nuestros trabajos.
Por lo demás, bastante han hecho por nosotros al
dispensarnos su protección, que les rogamos
quieran seguir dispensándonos. Y les hemos
asegurado que en todas nuestras Casas se pide a
Dios por ellos.
Esta es la relación de nuestra misión
diplomática.
Sigo la carta para decirle que estuvimos con
monseñor Fratejacci. Aquello fue un diluvio de
cumplidos, un torrente de anécdotas y un río de
elocuentes discursos, que duraron sus tres buenas
horas. Nos besó, quiso a toda costa que tomáramos
una copa de vino blanco y nos invitó a comer para
el miércoles. Había estado enfermo con bronquitis
durante cuarenta días, por lo que no había podido
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lo que don Bosco deseaba. Pero me aseguró que
había estado representando a la Sociedad ante el
abogado Menghini; que mañana iría expresamente al
abogado; que examinaría la situación para que
resultara de modo que obtuviera los votos de la
Congregación; que añadiría a las súplicas los
principales privilegios, que él notara se habían
omitido; nos habló de las horas tristes por causa
de N. N. etc.
Fuimos también a visitar a la Madre Galeffi y
vimos a la sobrina de Pío IX, María Pía. Muchos
saludos de parte de estas buenas madres y
hermanas.
Don Bosco, ruegue por nosotros, que Dios sabe
cuánto queremos a nuestro Superior.
Apenas hayamos visto al Papa, partiremos a gran
velocidad para volver a su lado. Un millón de
saludos de parte de la señora Matilde y el señor
Alejandro; y también de los Cardenales y
Monseñores que hemos visitado. El gato, el
papagayo y el señor Alejandro, junto con la criada
de monseñor Fratejacci, saludan a don Joaquín
Berto.
Roma, 16-5-75.
Su afmo. hijo
LEMOYNE, Pbro.
N. B. Bonetti está bien, pero no quiere firmar
porque he metido al papagayo.
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