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COOOERADORES SALESIANOS O LO
QUE ES
LO MISMO UN MODO PRACTICO
PARA
AYUDAR A LAS BUENAS
COSTUMBRES
Y A LA SOCIEDAD CIVIL
I
Unión cristiana para bien
obrar
En todo tiempo se juzgó necesario que los
buenos se unieran para ayudarse mutuamente a hacer
el bien y tener lejos el mal. Así hacían los
cristianos de la Iglesia primitiva, los cuales, a
la vista de los peligros que cada día les
amenazaban, sin perder sus ánimos, unidos con un
solo corazón y una sola alma, se animaban
mutuamente a permanecer firmes en la fe y
dispuestos a superar los incesantes embates que
les amenazaban. Este es el aviso que dio el Señor
cuando dijo: Las fuerzas débiles, cuando se unen
se hacen resistentes; y si una cuerdecilla sola se
rompe fácilmente, es mucho más difícil romper tres
unidas. Vis unita fortior, funiculus triplex
difficile rumpitur. Así suelen hacer también los
hombres del mundo en sus empresas temporales. >>Y
deberán acaso los hijos de la luz ser menos
prudentes que los de las tinieblas? No,
ciertamente. Nosotros los cristianos debemos
unirnos en estos tiempos difíciles y, de común
acuerdo, promover el ((**It11.541**))
espíritu de oración y de caridad con todos los
medios que la religión suministra para quitar o al
menos mitigar los males que a cada instante pueden
poner en peligro las buenas costumbres, sin las
cuales se derrumba la sociedad.
II
La Congregación Salesiana vínculo
de unión
Esta Congregación, que ha sido aprobada por la
Iglesia, puede servir de vínculo seguro y estable
para los Cooperadores Salesianos. En efecto, ella
tiene como fin primario trabajar en favor de la
juventud, en la cual se fundamenta el porvenir
lisonjero o catastrófico de la sociedad.
No pretendemos decir con esta propuesta que
éste sea el único medio para remediar tal
necesidad, porque hay mil más; nosotros mismos
recomendamos vivamente que cada uno emplee los
medios que juzgue oportunos para alcanzar este
gran fin. Por nuestra parte proponemos uno que es
la obra de los Cooperadores Salesianos, rogando a
los buenos católicos que viven en el siglo que
vengan en ayuda de los socios de esta
Congregación. Es verdad que el número de ellos ha
crecido notablemente;
pero aún estamos muy lejos de poder responder a
las peticiones que cada día nos llegan de
distintos lugares de Italia y de Europa, de la
China, de Australia, de América y señaladamente de
la República Argentina: Desde todos estos lugares
se nos hacen continuos ruegos para que enviemos
sagrados ministros que se hagan cargo de la
juventud en peligro, que vayan a abrir casas o
colegios, a iniciar o al menos sostener misiones,
que ansían la llegada de nuevos operarios
evangélicos. Y para acudir a tan gran necesidad se
buscan cooperadores.
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