((**Es11.45**)
que ya ha sido referido al mismo Padre Santo,
considero oportuno exponer brevemente la realidad
de las cosas, como esclarecimiento de esta bendita
cuestión.
((**It11.44**))
Recordará V. E., al menos en conjunto, el proyecto
en cuestión descrito en folio aparte, cuyo fin
fundamental es mitigar, por cuanto sea posible,
las tristes consecuencias del servicio militar
entre los clérigos. Hablé del asunto con el Padre
Santo y me aconsejó se lo explicara todo por
escrito, como lo hice; y la Santa Sede encargó al
Emmo. cardenal Berardi de presentar una relación,
que resultó del agrado del Padre Santo.
Bendiciendo la finalidad, la recomendó, animándome
y haciéndome llegar más tarde nuevos alientos para
realizarla cuanto antes.
Cuando llegué a Turín hice ver el proyecto a
doce Obispos, y todos lo aprobaron y lo apoyaron.
Antes de imprimirlo, se presentó al Censor
eclesiástico, rogando diera noticia de ello a
nuestro Arzobispo. Este tardó ocho días en
contestar y respondió que, en asunto de tanta
importancia, quería consultar antes a los Obispos
de la provincia de Turín, Génova y Vercelli. En
vista de que no conseguía ser recibido en
audiencia, rogué al secretario que le hiciera
presente que no era esto nada nuevo, sino una
simple ampliación y normalización de lo que ya se
viene haciendo hace muchos años en esta nuestra
casa: que no interesaba a ninguna diócesis en
particular, sino al bien de la Iglesia universal;
y que, siendo cosa recomendada y bendecida por
todos los obispos que se habían informado y por el
mismo Padre Santo, me parecía que la petición
debía reducirse a un simple permiso de impresión.
Todo en vano. Se me comunicó la misma respuesta.
En las circulares dirigidas a los Obispos de
dichas provincias se ponían de relieve varias
razones para mover a aquellos Ordinarios a
suscribir una protesta al Padre Santo contra este
proyecto. Las razones aducidas no son las mismas
en todas las comunicaciones; las principales son:
don Bosco fija una pensión mensual de veinticuatro
liras, pero recibirá a los alumnos por una
mensualidad menor y quizá gratuitamente; don Bosco
dice que recibirá sólo jóvenes de dieciséis a
treinta años, pero después los recibirá de menor
edad, con perjuicio para los Seminarios. Añade por
último que, debiendo sostenerse este proyecto con
la caridad de los fieles, resultaría perjudicial
para los Seminarios diocesanos.
Me parece que no hacen falta comentarios.
Este proyecto tiende a favorecer a todas las
diócesis y, si se admiten los jóvenes
gratuitamente, esto redunda en beneficio de la
misma diócesis. Sé que algunos obispos han
respondido que, cuando una cosa ha sido
recomendada por el Padre Santo, no es el caso de
oponerse sino de aprobarla, apoyarla y promoverla;
otros respondieron que cada obispo es libre de
actuar en su diócesis, en lo referente a su
ministerio; y debe seguir las normas de la Santa
Sede, sin protestar en contra. Añade que si él
debiese admitir esta obra, quería que dependiese
totalmente de él. A lo que le respondió un Obispo:
el querer poner condiciones a los Obipos de otras
diócesis, es invadir su jurisdicción.
Las cosas se hallan en este estado: y tengo
dispuesto el papel, los hombres y la impresión, y
la autoridad eclesiática ha parado todo. No fija
tiempo para la solución; no responde a mis cartas,
no me admite en audiencia. ((**It11.45**)) Toda
tardanza es dañosa; y además resultan infructuosos
los gastos y el trabajo.
Así las cosas, yo me habría decidido a cortar
todas las dificultades y comenzar la obra en la
diócesis de alguno de los muchos obispos, que la
han recomendado y solicitado, ofreciendo apoyo
moral y material. Cierto es que todo esto me
reportaría un gran trastorno de personal y gastos,
pero tendría mayor tranquilidad.
Mas, antes de modificar un proyecto bendecido
por el Padre Santo, suplico humildemente(**Es11.45**))
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