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El no sólo se nos da en prenda de su amistad en
los momentos de felicidad, como nacen los amigos
del mundo, sino también en la adversidad; y nos
socorre en nuestras miserias con más amor, nos
muestra sus llagas y nos invita a imitarlo y a
hacer penitencia de nuestros pecados. Y, si
nosotros queremos que la visita que nos venga a
hacer en punto de muerte sea efectivamente de
verdadero amigo, vayamos a recibirlo
con frecuencia, pero bien, en el Santísimo
Sacramento; guardémosle en nuestro corazón,
vayamos a hacerle frecuentes visitas, cortas pero
fervorosas, en los momentos libres que tengamos;
ofrezcámosle nuestro corazón, nuestra voluntad;
digámosle que haga de nosotros lo que sea de su
agrado. El es tan bueno que nos protegerá siempre
y no nos abandonará jamás.
Una cosa que deben hacer todos y que forma la
parte principal del aguinaldo que quiero dejaros
esta noche es ésta: que apreciéis mucho las
pequeñas compañías que funcionan en casa, como la
de San Luis, la del Santísimo Sacramento, la del
Clero, la de San José, la de María Auxiliadora y
la de la Inmaculada Concepción. En estas compañías
no se pide dinero y, por tanto, no os cuestan
nada. Elija cada uno la que mejor le vaya para su
devoción. Recomiendo especialmente a los
catequistas, a los maestros, a los directores de
estas compañías que las promuevan y aumenten, que
exhorten a los muchachos a que se inscriban; he
dicho mal: no, no exhorten, sino que dejan abierto
el camino a los muchachos para que pueda entrar
quien lo desee; porque, lo sé, vosotros no
necesitáis que os exhorten. Por tanto, todos los
que ya pertenecen a ellas procuren dar buen
ejemplo a los demás, ser luz en las tinieblas,
huir del mal ejemplo, practicar todos los medios
para extirparlo entre los compañeros,
recibir y visitar frecuentemente a Jesús durante
el día e invitar también a otros a que lo hagan.
En cuanto a otras prácticas de piedad o de
mortificación voy muy despacio en aconsejarlas,
porque, en medio del bien que hacen, pueden
esconder peligros. En cambio recomiendo
continuamente inscribirse en estas compañías,
porque esto siempre hará mucho bien a todos.
No me alargo más, pero os recomiendo
calurosamente que ((**It11.524**))
practiquéis mis avisos, si queréis pasar bien este
año en la paz del Señor y si queréis recibir la
visita del Santísimo Sacramento en punto de
muerte. Mientras tanto, ahora rezaremos un
padrenuestro, avemaría y gloriapatri por nuestros
pobres compañeros difuntos, y otro, por aquéllos
de los que estamos aquí reunidos en este momento,
que hayan de morir el próximo año. Dicen las
estadísticas que ordinariamente mueren, en una
población de cien habitantes, tres al año. Siendo
nosotros aquí cerca de novecientos, el número de
los que deberían morir, alcanza casi a veintiséis
o veintisiete; pero vosotros sois jóvenes y no
tenéis tantas ganas de morir enseguida y, por eso,
la proporción entre nosotros es casi siempre la
del uno por ciento; así que con sólo ocho al año
ya está bien. Yo estoy contento así; y más, espero
y deseo que disminuya ese número y que no crezca
en adelante. Con todo, puesto que ciertamente
algunos de nosotros deben morir en el año que
comienza, conviene que cada cual piense en pasar
bien el tiempo que aún le queda. Entretanto,
rogamos al señor Villanis que rece esas breves
oraciones que indicamos.
Todos se arrodillaron, aunque no fue fácil
hacerlo, por lo apretados
que estaban en el salón. Terminada la oración, don
Bosco se puso en pie, auguró a todos buen fin y
principio de año, y les deseó una buena
(**Es11.442**))
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