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el coro y otro en el ábside, se respondían y
entremezclaban sus voces
desde las dos extremidades. Se lee en las actas
del capítulo de la Casa
del 26 de diciembre que fue tal el
<> para la comunión, que
se estudiaba la manera de facilitar el acceso en
lo sucesivo.
Acabada la ceremonia, los muchachos cenaron la
consabida <> o guiso de callos, y se
fueron a dormir. También la <>, ha pasado
a ser en el Oratorio un lejano recuerdo. En su
Diccionario moderno tilda Alfredo Panzini este
plato de <>; pero se
ve obligado a añadir que <>. Dice,
además, que este plato <>. Tenía en Turín también mucha aceptación y
el Beato, gran conocedor de los gustos populares,
sabía hacerlos servir oportunamente para su fin,
conciliando el gusto de los muchachos con sus
posibilidades económicas.
Ocurrió en aquella función religiosa un
incidente, cuyo recuerdo
suscita todavía hilaridad entre los raros
sobrevivientes que fueron testigos auriculares. El
diácono, al cantar el Ite missa est, hizo con la i
del ite unos gorgoritos tales, subiendo y bajando,
que perdió la tramontana y no sabía como terminar.
El subdiácono le decía en piamontés ((**It11.520**)) que
acabara, y los fieles, pasmados al principio,
empezaban a reír. El Siervo de Dios, tranquilo y
resignado, repetía suplicante: -íBologna, para!
Pero el otro continuó impertérrito hasta lo
increíble. Son de imaginar
los comentarios de lo ocurrido durante el día. Se
hablaba del hecho
aquella tarde, delante de don Bosco, y dejó él
que los presentes se
desahogaran; y en el momento oportuno contó un
caso que le había
sucedido a él mismo.
Un día debía él cantar en la iglesia, pero no
recordaba la entonación.
Entonces tomó un tono cualquiera y salió del apuro
con unas notas de su invención. Esperaba después
las observaciones del párroco, pero éste le alabó
diciendo que él no hubiera sido capaz de salir del
paso tan bien como él lo había hecho. Se
transparentaba la moraleja de la fábula: ponerse
en el pellejo ajeno, para aprender a compadecer.
El último día del año dio don Bosco el
aguinaldo a toda la comunidad,
reunida para las oraciones de la noche en el gran
salón locutorio, que se hallaba en la planta baja
del edificio saliente, que conduce a las
habitaciones del Beato. Los muchachos le
recibieron con aplausos y aclamaciones. Y como
éstas no cesaban, hizo un ademán con la mano y
dijo:
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