((**Es11.436**)
Superiores, qui pro animabus vestris rationem sunt
reddituri (que deben rendir cuenta de vuestras
almas).
>>Se presenta una duda? Ahí está el Director de
los novicios; a él podéis manifestaros, abrirle
enteramente vuestro corazón; estoy yo, venid a mí,
decidme con claridad y sin temor lo que os
inquieta, que siempre encontraréis un padre
cariñoso y un consejero fiel.
-Y >>si buscase a otra persona externa? >>Si
pidiese consejo a mi párroco, a un pariente,
sacerdote, canónigo o a alguien por el estilo?
Mirad, si yo os aconsejara esto, cometería
un disparate gravísimo. No, no os aconsejéis
nunca con personas ajenas a la Congregación. En
primer lugar, porque no son ellos los que Dios ha
puesto para aconsejaros; para esto únicamente
están vuestros Superiores, qui, lo repito, qui pro
animabus vestris rationem sunt reddituri. En
segundo lugar, porque, aunque posean mucha ciencia
teológica y piedad, generalmente no están en
situación de daros un buen consejo, ya sea por no
conocer vuestro interior, ya sea por no ((**It11.516**))
comprender qué es la Congregación, ya sea por
dejarse mover muchas veces por sentimientos
terrestres, humanos, de interés, o de parentesco.
Tened, pues, muy presente este importantísimo
consejo: si os viniere una duda, acudid a mí y, en
general, acúdase al propio Superior; él está
iluminado por Dios en el consejo que os da, y
vosotros no os equivocaréis.
Pero lo que quisiera se hiciese, cuando se va a
pedir un consejo de este género, es esto: no se
exponga simplemente la duda o la tentación,
expóngase, además, con toda sencillez la causa de
la duda, el motivo de la tentación. Por ejemplo,
no basta decir: -Tengo tal duda sobre la vocación.
Sino: -Tengo tal duda, porque me parece que en
otro sitio puedo hacer más bien, porque en otro
sitio puedo salvar más fácilmente mi alma, o
porque puedo vivir mejor en el mundo.
Hasta pueden ser verdaderas estas razones;
pero, ven aquí un momento, tú que dices que podrás
vivir mejor en el mundo, y dime: >>cómo vivías
antes de venir aquí con nosotros, cuando estabas
en el mundo?
-Oh, ya, entonces... pero ahora...
->>Pero ahora qué? >>Crees que ya no existen en
el mundo los peligros que había antes? >>Crees que
te has hecho tan fuerte contra las seducciones del
demonio, tú que no eres capaz de soportar por
debilidad la vida religiosa?
Ah, di mejor que hay otro motivo más verdadero:
-Quiero irme porque me pesa la vida regular,
porque me pesa la obediencia, me pesa la pobreza,
en una palabra, porque me gusta y deseo irme.
Dígase así, y la duda quedará aclarada
enseguida; claramente se ve que no tienes duda
sobre la vocación, sino que la has perdido, has
traicionado la vocación que tenías.
Pero alguno dirá:
-El único motivo por el que empezó a nacer en
mí la duda y casi la certeza de que Dios no me
quiere aquí, es la necesidad en que se encuentran
mis padres; estoy muy encariñado con ellos, veo
que podría socorrerlos estando a su lado y
contribuir a que puedan pasar más desahogadamente
el poco tiempo de vida que el Señor les conceda,
y, además, ellos mismos me aconsejan que vaya a su
lado.
Aquí no me queda más consejo a dar que el de
santo Tomás, quien abiertamente decía: In negotio
vocationis parentes amici non sunt, sed inimici
(en el asunto de la vocación los padres no son
amigos, sino enemigos).
Renunciaste a la ternura que tienes con
tus padres cuando pediste entrar en
Congregación, con lo cual elegiste a Dios como tu
herencia, tu amor, tu todo. Además, Dios es tu
padre antes que tu padre y que tu madre. Dios es
el que te ha creado a ti,
(**Es11.436**))
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