((**Es11.435**)
Después le presenta la dureza de la vida
religiosa y le pinta la dulzura de la vida en la
calle. Así, poco a poco, le insinúa pensamientos
de libertad, de desconfianza y llega a hacerle
dudar en serio de la vocación, hasta que por fin
le dice:
-Tú no estás llamado a esta vida; si lo
estuvieras, te sentirías más tranquilo. Si el
Señor te hubiese llamado de verdad, no
experimentarías por tu parte tanta dificultad, y
por parte de Dios sería más abundante su gracia.
Y tanto trabaja el demonio que le pone en grave
peligro de perder no sólo su vocación, sino hasta
la gracia de Dios y quizá el alma.
Otras veces el demonio se transforma en un
ángel de luz. Y pensará alguno:
-Quizá le agradaría más al Señor la vida
contemplativa, aquí no se hacen penitencias, y yo
tengo tantas inclinaciones malas que, si no hago
más penitencia, íay de mí!
También es una tentación: manete in vocatione
qua vocati estis.
>>Qué hay que hacer ante las dudas? Tened
en cuenta que, si el demonio os condujese
hasta este punto, ya habría conseguido mucho de
vosotros y que, si no procuráis practicar los
consejos que os voy a dar, corréis grave peligro
de sucumbir. Yo no haré más que exponeros lo que
san Alfonso nos dice, siguiendo a otros santos y
doctores de la Iglesia.
Primer gran consejo: guardar secreto, esto es,
no hablar con nadie de esta vuestra duda, de esta
tentación, o de esta casi victoria que el demonio
ya ha obtenido. Por amor de Dios, no manifestéis
vuestra queja a los compañeros. Ya os decía antes
que la vocación es una perla preciosa; y, si os
ponéis a hablar con otros, el demonio se mete
entre los murmuradores y os causará una desgracia
que ciertamente no os deseo. >>Y sabéis por qué
insisto sobre el secreto? Porque el Papa san
Gregorio Magno nos pone alerta de este modo:
Depraedari desiderat, ((**It11.515**)) qui
thesurum publice portat in via (quiere ser robado
el que lleva públicamente su tesoro por el
camino). La vocación es un gran tesoro que, si se
pone de manifiesto por doquier, se pierde. Por
tanto, si se guarda secreta la vocación, secreta
queda la duda.
Segundo gran consejo: cuando estéis tan
preocupados, no toméis ninguna determinación.
Tened muy presente lo que se lee en Isaías: Non in
commotione Dominus. El Señor no está nunca de
parte de las resoluciones que se toman en los
momentos de agitación.
En cambio, rezad, rezad mucho; pensad en la
vanidad de este mundo, cómo pasa todo con la
muerte; y tomad las resoluciones trasladándoos al
punto de muerte: ->>Estaré contento, en aquel
momento, por haber abandonado la Congregación, por
no haber sido capaz de soportar aquella ocupación,
aquella obediencia, aquella mortificación?
-Acudid a los sacramentos. Hay que tomar las
resoluciones con Jesús en el corazón. Sí, hablad
con Jesús, decidle lo que deseáis, o mejor,
pedidle fortaleza y perseverancia; pero no habléis
de ninguna manera con los compañeros; considero
que el hacerlo es como cometer un asesinato.
Arruináis vuestra alma y asesináis la de un
compañero.
Entonces >>qué hay que hacer? No hay que hablar
de ello con nadie, no hay que tomar ninguna
decisión estando agitados; nada de ir para aquí,
ir para allá, con afán de desembuchar lo que
llevamos en el corazón.
-Pero, >>no se dice continuamente que nada
alivia más el corazón, que comunicar a otros la
causa de nuestro dolor?
Si me habláis de este modo, escuchad el tercer
consejo. No hablar con nadie quiere decir no
hablar con los compañeros, no hablar con quien no
sabe o no quiere aconsejaros bien. Pero, >>tenéis
miedo a desembuchar? Pues haced así: ahí están
vuestros
(**Es11.435**))
<Anterior: 11. 434><Siguiente: 11. 436>