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dejó de este modo que las pasiones se apoderaran
de él y lo subyugaran de tal forma que casi no es
dueño de sí mismo. El noviciado fue establecido
para que el novicio mida sus fuerzas, esto es, si
la debilidad, producida especialmente por no haber
seguido enseguida su vocación, no le ha hecho
inhábil para esa santa vida; está establecido para
que el Superior vea si el individuo tiene
realmente la fuerza, la virtud y la voluntad
resuelta para seguir su vocación.
El noviciado está establecido para que cada
cual se adiestre en el cumplimiento de las
Reglas y pueda después cumplir sus deberes con
facilidad y prontitud. El noviciado está
establecido para que cada uno se fortifique en la
virtud, a fin de que, después de haber
reconquistado con la profesión religiosa la
inocencia bautismal, no la vaya a perder de nuevo
con el ímpetu de sus pasiones, todavía vivas y no
mortificadas.
Pero supongamos ahora lo que ordinariamente
ocurre en todas las religiones, esto es, que uno,
después de haber pasado algún tiempo en religión,
tranquilo y contento, de pronto no está tan de
buena gana, encuentra motivos de queja; le
fastidia el calor, el frío, la comida, la
obediencia; todo le produce disgusto. >>Es esto
señal de que ése no tenia vocación?
Notad, ante todo, y es muy cierto, que quien se
decide a servir al Señor, no ha de caminar siempre
sobre rosas, que encontrará abrojos, cardos y
espinas. El Señor no nos ha dicho nunca: -Quien me
siga caminará sobre rosas.
Al contrario, al invitarnos a seguirle, nos
dice: Si quis vult post me venire, abneget
semetipsum, tollat crucem suam (si alguno quiere
venir en pos de mí, niéguese a sí mismo y tome su
cruz). El Señor nos invita a negarnos a nosotros
mismos y a cargarnos la cruz a cuestas. Esto es,
al ponernos a seguir a nuestro Divino Maestro,
debemos estar prontos a soportar toda pena por su
amor. Y, si hay que sufrir calor o frío u
otras incomodidades, si no nos gusta la comida u
otras cosas, debemos estar muy contentos de poder
sufrir algo por nuestro Jesús, que padeció mucho
más que nosotros. Jesús mismo, nuestro Divino
Maestro, nos hizo saber que no nos faltarían las
tribulaciones y nos dijo: <>.
Por lo tanto, debemos padecer, y mucho. Más
aún, debemos ser crucificados con Jesús; la cruz
es su bandera y su estandarte; el que no la quiera
seguir no es digno discípulo suyo.
-Pero, dice alguno: íhace mucho frío en esta
tierra, en esta estación! íEsta comida y esta
bebida son escasas y poco apetitosas! íY esa
ocupación que me han dado! íTener que trabajar
todo el día, sin descanso! ((**It11.514**)) Otros
tienen menos trabajo que yo y, si se presenta un
trabajo más, me lo endosan a mí. íEsto acaba por
cansar! íAy, pobrecito mío, te compadezco! Pero
>>qué pretendes hacer en este mundo, si un poco de
frío o de calor te hacen perder la paz? >>Cómo
quieres ser discípulo de Cristo, si te quejas y te
desanimas porque la comida no es de tu gusto y te
parece pesada la ocupación que te han asignado?
Hemos de meditar frecuentemente en Jesús
crucificado; cuando nos vengan estos pensamientos,
reflexionemos en los grandes dolores que Jesús
soportó por nosotros y no encontraremos tan pesada
la obediencia, al ver a Jesús obediente usque ad
mortem; no nos desagradará la pobreza, al
contemplar cómo Jesús, por amor a ella, murió
paupérrimo en la cruz sin tener ni con qué
cubrirse.
Y aún así, sucede a veces que el demonio le
ronda a uno y parece que no busca más que
atribularlo. Comienza por decirle: -También en el
mundo podrías hacer mucho bien.
(**Es11.434**))
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