((**Es11.432**)
Pongamos, por ejemplo, a don Juan Cagliero. Si no
hubiera entrado en la Congregación, hubiera
llegado a ser un buen sacerdote y un eclesiástico
celoso, un maestro de piano. Pero no; renunció a
toda gloria mundana y se retiró entre nosotros;
pues bien, mirad: la gloria que él rehuía le ha
seguido y se le ha otorgado una gloria mucho
mayor; tanto que, ahora, casi todos los
periódicos, no sólo de Italia, sino de
Francia, de España, de Alemania y de Inglaterra
hablan de él y le califican de excelente maestro
de piano... gran músico... magnífico predicador,
brillante profesor de teología... Mientras que,
de no haber venido a la Congregación,
ciertamente no hubiera podido conseguir nada de
esto.
Pongamos, por ejemplo, a Gioia y a Belmonte; el
primero habría sido un pobre zapatero y el segundo
un pobre criado. Se consagraron al Señor; y
ícuántos honores han recibido en Roma del Papa,
((**It11.511**)) de los
Cardenales y de los Monseñores! íY después, con
su partida a América, cuántos honores en todos los
periódicos y por parte de todas las personas
buenas!
Además, nosotros hubiéramos sido pobres en el
mundo. Ahora, en cambio, si caigo enfermo, tengo
casas, quintas, residencias, en lugares cuyo clima
me sienta bien, con sirvientes buenos y fieles, en
todos los sitios, dispuestos a servirme; cosas que
ni siquiera los reyes tienen.
>>Quiero deciros con esto, que entréis en
religión para adquirir fama, comodidades,
riquezas? íTodo lo contrario! Pero os lo he dicho,
y deseo que lo tengáis muy presente, para que
admiréis siempre la bondad y benignidad del Señor,
que, aun en este mundo, concede el céntuplo de lo
que por El se hace y también porque nos
encontramos en medio del mundo y tenemos que
hablar con gente del mundo, que no entiende más
razones que las que se relacionan con los
intereses que son lo suyo.
-Pero nosotros, >>por qué motivo debemos
hacernos religiosos?
San Agustín dice a los cristianos:
-íAtentos a quien nos llama!
Pues bien, escuchad la voz que os llama y, como
dice la Sagrada Escritura: Manete in vocatione,
qua vocati estis (permaneced en la vocación, a la
que fuisteis llamados).
Y lo maravilloso es que el Señor no dice:
-Conoce o procura conocer tu vocación.
No; no es cosa tan dificultosa conocerla, basta
no cerrar los oídos a la voz que el Señor nos hace
sentir. Basta reunir los requisitos de virtud, de
buenas obras o de ciencia, que se requieren para
secundar esta vocación; después permanezcamos
tranquilos, porque el Señor nos la dará a conocer
muy fácilmente; es más, desde nuestro nacimiento,
nos dispone las cosas que han de conducirnos a
seguir su vocación o llamada.
Me parece un error grave decir que es difícil
conocer la vocación. El Señor nos pone en tales
circunstancias que nosotros no tenemos más que ir
hacia adelante y corresponder. Resulta difícil
conocerla cuando no se la quiere seguir, cuando se
rechazan las primeras inspiraciones: ahí es donde
se enreda la madeja.
Comienza uno por no seguir la vocación y
después no sabe: le parece, y no le parece... Hay
que seguir el primer impulso de la gracia y
entonces las cosas cambian de aspecto. Mirad,
cuando uno está indeciso en si debe hacerse
religioso o no, os digo abiertamente, que este tal
tuvo vocación, no la siguió enseguida y ahora se
encuentra un poco indeciso. Decidle que rece, que
se aconseje; pero mientras no dé un puntapié a
todo y se ponga sólo en manos de Dios, ése siempre
estará inquieto. Haced que se decida a hacerse
religioso, que entre, y con esa decisión acabarán
sus quietudes.
>>Por qué? Porque ha concluido por seguir la voz
del corazón que se lo imponía.
De modo que, a mi entender, es clarísimo y
natural el consejo del Apóstol: Permaneced
(**Es11.432**))
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