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((**Es11.430**) homini negotiatori quaerenti bonas margaritas et inventa una pretiosa, vadit, vendit omnia quae habet et emit agrum illum. El reino de los Cielos es semejante a un mercader que anda buscando perlas finas y que, al encontrar una de gran valor, va y vende todo lo que tiene y la compra. >>Cuál será esta perla preciosa? Esta perla preciosa tiene muchos significados. Puede entenderse, en general, la virtud. >>Y qué perla más preciosa que ésa puede poseerse? En particular muchos interpretan esta perla por la fe; porque cuando uno la ha encontrado, puede considerarse afortunado, ya que con ella puede poseer el reino de Dios. Para vosotros es una perla preciosa la instrucción, que con tanta abundancia habéis recibido y podéis recibir, ya sea la instrucción literaria, ya sea la instrucción religiosa. No les es dado a todos adquirir tantos conocimientos, que podrán seros de incalculable utilidad para toda la vida. Con todo, cuando hablo a jóvenes, no imagino que puedan ellos encontrar una perla más preciosa que conocer su propia vocación. Sí, la vocación al estado eclesiástico y al estado religioso es una perla tan preciosa, que me parece no es posible encontrar otra que pueda compararse con ella. Notad, sin embargo, que cuando se habla de ir a buscar y obtener una perla preciosa no se habla de abandonar las demás, no; digo que ésta es tan preciosa, que debemos buscarla con toda solicitud, porque, si ésta se consigue, se adquirirán muchas otras juntamente; no puede vivir a solas, sino que lleva consigo a las demás virtudes, de modo que puede decirse de ella lo que se lee en la Sagrada Escritura: Venerunt mihi omnia bona pariter cum illa (Todos los bienes me vinieron juntamente con ella). Cuando un joven trata de deliberar sobre su vocación, se encuentra frente al mundo, que le presenta mil halagos. íCuántas cosas acuden a la fantasía del joven en esta edad! Por un lado desearía darse a la buena vida; mas, por otro, está el amor a la gloria, el deseo de hacer una carrera, el ansia de ganar dinero y llegar a ser rico. El demonio pone entonces por delante la monotonía de la vida religiosa, los desprecios, las mortificaciones, la continua obediencia. >>Y cómo se las va a arreglar, en medio de todos estos pensamientos, para decidir la vocación? Hacer lo que san Ignacio enseñaba a san Francisco Javier, siendo ambos estudiantes en la Universidad de París. Cuando se hicieron ((**It11.509**)) amigos, y vio san Ignacio que su compañero estaba muy apegado a la vanidad, al honor y a la gloria, le iba repitiendo: ->>De qué sirve todo esto para la eternidad? -Yo estudiaré, me licenciaré, seré profesor; >>y quién sabe si no llegaré a ser profesor de la Sorbona algún día? -Sí, muy bien; pero, después de la muerte: >>harás todavía algo de todo esto? La vida es un soplo y dura poco; la eternidad no acaba jamás. >>A qué afanarse tanto para parecer algo en este mundo durante unos pocos días y no pensar en prepararse un buen puesto en el lugar donde tendremos que estar por toda la eternidad? Algo semejante le ocurrió a san Felipe. Se encontró con un joven, Francisco Zazzera... y después... y después... Sí, este mundo es como una función de teatro: pasa en un momento. Por consiguiente, para decidir sobre la vocación hay que situarse en el punto de la muerte; desde allí se distingue lo que es vanidad y lo que es realidad. Hay que ver lo que es de verdadera utilidad: no lo caduco y transitorio, sino lo que es realmente útil y eterno. Qué afortunado es un joven, no puedo callármelo, qué afortunado si, cuando se trata de conocer la propia vocación, encuentra una persona santa que le sepa sugerir lo que realmente quiere el Señor de él; que sepa (**Es11.430**))
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