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confesor y éste le ordenó que se lo dijera todo a
su madre, la cual escuchó silenciosamente la
confidencia y fue a Turín en el 1875 a pedir
consejo a don Bosco.
El Siervo de Dios le entregó una medalla de
María Auxiliadora y le dijo:
-Entregad esta medalla a vuestra hija y que se
la ponga al cuello.
Durante dos años y algo más, la Virgen no le
otorgará la gracia de verse libre de esa persona;
pero le hará otra mucho mayor, la de protegerla,
de manera que no le sucederá nada.
La buena madre, tranquilizada con las palabras
de don Bosco, volvió a casa, entregó la medalla a
su hija y le contó lo que había dicho don Bosco.
En efecto, durante dos años enteros siguió la
persecución, y en ocasiones el peligro fue muy
serio, pero la muchacha se vio siempre libre de él
como por milagro. Cuando pasaron dos años y ocho
días, aquella persona que, por la autoridad que
sobre ella tenía, no le había permitido nunca
salir y estar fuera de casa, en la festividad de
la Asunción de María al cielo, la mandó a trabajar
a otro pueblo a doce millas de distancia.
((**It11.504**)) La
joven, infinitamente agradecida a la Santísima
Virgen, no se lo hizo repetir dos veces sino que
se apresuró a ir a su nueva residencia y no volvió
a aparecer más por casa. Poco después se hizo
religiosa en el Monasterio de las Josefinas de
Cúneo, donde vivía todavía el año 1903, dispuesta
a declarar bajo juramento cuanto hemos narrado.
Lo mismo que el Siervo de Dios anunciaba
sucesos del porvenir, leía los pensamientos más
recónditos de las almas. Los dos episodios que
vamos a referir también sucedieron en el año 1875.
El sacerdote don Maurilio Mandillo, párroco de
Bertolla 1, pueblecito en las cercanías de Turín,
fue enviado un día por el padre Carpignano,
filipense, a preguntar a don Bosco una cosa
confidencial. El sacerdote, que frecuentaba san
Felipe y no había visto nunca al Siervo de Dios,
se dirigía hacia el Oratorio y se encontró con él
por la calle. Don Bosco se le acercó y, sin
dejarle abrir la boca, le saludó por su nombre y
le dijo:
-Usted viene de parte del padre Carpignano para
preguntarme esto y esto. Bien; pues dígale al
Padre que es así y así.
Dicho esto, se despidió y le dejó pasmado,
porque nadie en
1 Hasta hace poco <>.
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