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CAPITULO XXIV
ACONTECIMIENTOS EXTRAORDINARIOS
LA vida del Beato don Bosco se entrecruzó
constantemente con sucesos de orden sobrenatural;
sin embargo, son muy pocos los sucecidos durante
el año 1875, cuya noticia ha llegado hasta
nosotros. Narraremos unos pocos; pero tenemos
motivo para creer que fueron mucho más numerosos
aquéllos cuyo recuerdo por desgracia se ha
perdido. Naturalmente que no se presta más fe a
los que vamos a contar que la que se concede a las
narraciones humanas provistas de testimonios
dignos de consideración.
El 27 de marzo murió en el Oratorio un muchacho
que se llamaba Salvador Pagani, natural de San
Giorgio Lomellina, y alumno del P. Veronesi en el
primer curso. El Siervo de Dios había anunciado
que para el próximo ejercicio de la buena muerte
uno habría dejado de vivir. Era el último día de
carnaval. Nevaba. Al salir de la iglesia tomó
Pagani su panecillo y su rodaja de salchichón, por
ser aquel día el del ejercicio de la buena muerte.
Pocas horas después se sintió mal. Se telegrafió a
su padre, que llegó al anochecer, cuando el hijo
ya había muerto. Don Bernardo Vacchina fue testigo
de la predicción y de su cumplimiento.
Cuando el Beato salió de Turín en compañía de
los misioneros hasta Génova, subió con él al vagón
del tren el señor Cerrato de Asti, que había ido
expresamente para asistir a la función de
despedida; era un santo varón, de edad avanzada y
gran bienhechor del Oratorio. Había fundado en su
pueblo, guiado por la caridad del Señor, una
Piccola Casa, semejante ((**It11.502**)) a la
del Cottolengo cuando estaba en sus comienzos;
pero necesitaba religiosas para cuidar de su buena
marcha. Había hablado dos días antes con las Hijas
de Santa Ana en Piacenza, las cuales le dieron
buenas esperanzas, pero sin concluir nada
definitivo. En Turín se había presentado, con una
recomendación de don Bosco, al Padre Anglesio,
Superior de la <> de la Divina
Providencia, para que le diese algunas de sus
religiosas. El Padre le había despedido con buenas
palabras y nada más. Estaba ya sentado en el tren
para volver a Asti. Empezó la máquina a silbar
antes de partir, cuando de improviso le dijo el
Siervo de Dios:
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