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esperó, pues, en vano, todo aquel tiempo para que
se le entregara y se presentó al Gobernador de la
Provincia, pidiéndole que lo publicara. El
Gobernador respondió que aún no había llegado.
-Pues yo sé, por fuente segura, que se ha
enviado, replicó el Siervo de Dios.
->>Por quién lo supo?
-Perdone si no lo digo; pero, averígüelo y verá
cómo el decreto está aquí.
Llamó el Gobernador al secretario. Negó éste
que el decreto hubiera llegado al Gobierno Civil.
Insistió don Bosco manifestando estar seguro de su
afirmación. Entonces el secretario, entre la
espada y la pared, dijo que volvería a buscar
entre los papeles. Salió, buscó o no buscó, y
volvió con el decreto diciendo:
-Helo aquí; en efecto había llegado; pero
estaba bajo la salvadera 1 y no había reparado en
él.
Finalmente salió el decreto a la luz, a fin de
que las partes interesadas pudieran hacer las
reclamaciones del caso. Y otra vez una nueva
paralización, por culpa de que se había descargado
mucha piedra para la obra sobre el terreno a
expropiar: el propietario exigía una fuerte
indemnización para transportarla. Hubo que
recurrir a un peritaje, se hizo la inspección
judicial del caso y se estimó un valor de
veintidós mil quinientas liras por terreno y
transporte.
Y para terminar esta historia añadiremos aquí
lo sucedido más tarde. Quiso el Beato comprar al
mismo propietario el resto del terreno que faltaba
para completar el cuadro de la manzana, donde se
levantaba una casita del protestante; así podría
alargar el edificio, donde colocó después a los
Hijos de María. Y le propuso pagar el doble de lo
que valiese el terreno. Accedió el propietario y
su familia estaba conforme, pero no lo estaban ni
lo consentían los valdenses, que instigaron al
propietario a que aumentara el precio. Don Bosco
se había resignado a hacer un ((**It11.496**))
sacrificio, si no se interponía la mala voluntad
ajena. Cuando las partes interesadas debían
encontrarse en el despacho del notario, no se
presentó el propietario; cuando por segunda vez se
le llamó, subió sus pretensiones a las nubes,
tanto que el ingeniero Vigna, procurador de don
Bosco, perdió los estribos e hizo pedazos el
borrador del contrato, gritando:
-íEsto es burlarse de la gente!
1 Salvadera. -Era un vaso lleno de arenilla,
que se vertía por los agujeros de la parte
superior, para secar lo escrito recientemente.
íNuestras máquinas, plumas estilográficas y
bolígrafos sonríen ante la salvadera! (N. del T.)
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