((**Es11.418**)
en Turín, donde tanto domina todavía la secta
negra, se podía obtener un decreto de expropiación
por utilidad pública contra un protestante en
favor de un cura intrigante.
Vituperari ab iniquis laudari est (El vituperio
de los malvados es una alabanza). Reconstruyamos
brevemente también la historia de esta cuestión,
evitando extendernos sobre cosas que pertenecen al
décimo volumen.
A punto de comenzar los trabajos se observó
que, si no se añadía al terreno ya adquirido una
franja más, no se lograría la armonía necesaria,
pues faltaba espacio para ((**It11.494**))
emplazar convenientemente la fachada en la Avenida
del Rey, hoy Avenida de Víctor Manuel II. Pero
aquella franja pertenecía a un protestante. Casi
se había estipulado ya el contrato cuando los
ministros valdenses, que se enteraron, prometieron
al propietario una compensación, si lo anulaba. Y
éste, al comparecer con don Bosco ante el notario
para la firma, se negó a dar conformidad a lo
pactado y exigió nada menos que ciento treinta y
cinco mil liras, por trescientos cincuenta metros
cuadrados de superficie. Aquella enormidad no
tenía más fin que rescindir el contrato, como
deseaban los valdenses.
Pero el Beato no se desalentó. Presentó una
solicitud al Gobierno, pidiendo que la
construcción de aquella iglesia fuera declarada de
utilidad pública. El Ministerio preguntó al
Gobierno Civil y éste al Municipio, el cual dio su
parecer negativo, respondiendo que el templo
valdense era suficiente para atender a las
necesidades del culto. Entonces se llevó la
cuestión al Consejo de Estado, pero tampoco allí
soplaban vientos propicios. El Ministro de
Trabajos Públicos, Silvio Spaventa, había
asegurado al Gobierno Civil y al Municipio que
nunca daría su parecer favorable. El marqués de la
Venaria trabajó mucho para llevar a los consejeros
a la parte de la buena causa. El día en que se
debía resolver definitivamente la cuestión, todos
esperaban una negativa; pero, por suerte
singularísima, la votación resultó favorable al
Siervo de Dios. La iglesia de san Juan Evangelista
fue declarada de utilidad pública; y, por
consiguiente, la expropiación forzosa de la famosa
franja de terreno. Se extendió el decreto, pero se
necesitaron dos años para presentarlo a la firma
del Rey, y tuvo que intervenir don Bosco
personalmente.
En efecto, cuando fue a Roma en el mes de
febrero de aquel año 1875, logró por medio del
ministro Vigliani que apareciese el documento,
que, por fin, firmó el Rey. Se envió a Turín y
pasaron ((**It11.495**)) tres
meses sin que nadie dijera una palabra a don
Bosco. Pero él había recibido noticia de la
expedición del decreto por una persona amiga;
(**Es11.418**))
<Anterior: 11. 417><Siguiente: 11. 419>