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El día 27 salió para Borgo San Martino. Es muy
probable que pasara allí la noche en oración,
porque el clérigo Nai, que fue encargado al día
siguiente de arreglar su habitación, encontró la
cama intacta. Pero ni él, ni ningún otro de la
casa penetró en el doloroso secreto; más aún,
cuando unos años más tarde se enteró don Luis Nai,
recordaba todavía muy bien que, durante aquellos
días, el Beato no solamente no manifestaba la
menor turbación, sino que recibía según ((**It11.482**))
costumbre a los hermanos, y se entretenía con
ellos como si no tuviese nada más que hacer y que
pensar en el mundo. Con respecto a él mismo, el
joven clérigo le encontró tranquilo y con ganas de
broma, lo mismo que siempre que había hablado con
él. De haber habido algo diferente en el
continente de don Bosco, no habría pasado
desapercibido a los ojos de sus hijos, que
conocían a la perfección sus costumbres.
No obstante, el director había sido puesto al
corriente del asunto.
Los que hemos estado con don Juan Bonetti aun en
momentos críticos y conocemos el ardor de su
espíritu y la vivacidad de su temperamento
sincero, no nos hemos sorprendido al encontrar los
documentos que a continuación reproducimos. Se
trata de dos cartas, la primera de las cuales es
para el cardenal Antonelli, Secretario de Estado,
y la segunda para el Padre Santo.
Eminencia:
Vuestra bondad, tantas veces experimentada por
mi mismo, me anima a acudir de nuevo a vuestra
Eminencia Rvma. y solicitar un favor.
Le suplico respetuosamente se digne presentar
la adjunta carta al Padre Santo, a quien necesito
manifestar mis penas e implorar su ayuda soberana.
En la seguridad de obtener este favor le doy
gracias de corazón y pido al cielo le conceda un
término feliz del año que acaba y un buen
principio del que está por nacer. Me es grato
poder profesarme con mucho aprecio y profunda
veneración,
De V. E. Rvdma.
Borgo San Martino, 28 de diciembre de 1875.
Su
atto. y s. s.
JUAN
BONETTI, Pbro.
Director del Seminario Menor
de Borgo San Martino
Padre Santísimo:
Antes de nada os pido perdón, Padre Santísimo,
si con la presente añado un motivo más de amargura
a Vuestro ya tan amargado espíritu; perdón que yo
espero de Vuestro buen corazón, y, además, porque
soy un hijo que en el colmo de sus penas viene a
buscar alivio en el mejor de los Padres, en el
Supremo Moderador de la Congregación Salesiana, a
la que tengo la fortuna de pertenecer.
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