((**Es11.405**)((**It11.478**))
CAPITULO XXII
EL BEATO DON BOSCO SIN LICENCIAS PARA
CONFESAR
EL Beato no cesaba de hacer cuanto podía en favor
y hasta en defensa de monseñor Gastaldi. Hubo
algunos malintencionados que, en el mes de
octubre, imaginándose por ciertos rumores oídos,
que se oponía al Arzobispo, fueron a visitarle,
presentáronle una infame biografía del Prelado,
pidiéronle que la imprimiese en su imprenta y le
ofrecieron una bonita suma de dinero para los
gastos. El Siervo de Dios, haciéndose el sueco,
pidió que le dejaran el manuscrito para
examinarlo: eran más de mil páginas. Naturalmente
lo arrojó al fuego. Esto le ganó las iras de
aquellos señores, los cuales, a fin de sacarle por
la fuerza unos dineros a título de indemnización,
le causaron muchos fastidios durante varios años;
pero él no sólo no se arrepintió, sino que
manifestó siempre su inmensa satisfacción por
haber impedido un escándalo tan grave y haber
guardado el honor de su Arzobispo.
No pasó mucho tiempo cuando se enteró de que
cierto periodista tenía una serie de artículos muy
bien gratificados para imprimirlos en un periódico
de mala catadura contra la persona del señor
Arzobispo. El se las ingenió enseguida para
hacerse con aquellos originales, y así lograr que
no empezasen a publicarlos. Lo consiguió, pero a
muy alto precio; tuvo que resignarse a admitir
gratuitamente a un hijo de aquel infamador y a
socorrerle a él mismo. Pero hizo de muy buena gana
lo uno y lo otro, con tal de conseguir su fin.
((**It11.479**)) Estos
sucesos y otros semejantes, cuya existencia se
conoció sólo vagamente, eran en cambio muy
conocidos por el Ordinario, circunstancia que hace
más difícil el oficio del historiador que se
dispone a narrar el triste caso de la suspensión.
Fieles a la verdad, no añadiremos una tilde, que
no esté conformada por documentos auténticos y
testimonios dignos de fe.
En el mes de marzo de 1875 había firmado el
arzobispo Gastaldi las licencias de confesión para
don Bosco y los demás sacerdotes del Oratorio.
Hacia el mes de junio pasó don Juan Cagliero por
la Curia para retirarlas; pero le dijeron que ya
se las enviarían al Oratorio.
(**Es11.405**))
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