((**Es11.401**)
como por ejemplo en las misiones extranjeras, mi
opinión, fruto de largos estudios y de repetidas
experiencias en diversas naciones, es que los
privilegios que se les conceden con derogación de
la autoridad de los Obispos, sólo sirven para
menoscabar dicha autoridad; la cual, por otra
parte, necesita hoy más que nunca ser sostenida y
rodeada de fuerza y esplendor por la Santa Sede
Apostólica, ya que cuenta cada vez menos con la
fuerza civil.
El espíritu de independencia, y casi diría, de
superioridad 1, que don Bosco viene demostrando
con el Arzobispo de Turín, desde hace algunos
años, y que se trasfunde a sus discípulos, de lo
cual la Sagrada Congregación de Obispos y
Regulares ya ha visto una prueba en la carta que
don Bosco me dirigió el 29 de abril de 1875 y que
yo comuniqué a esta Sagrada Congregación el 17 de
octubre del mismo año y, respecto a la cual la
misma Sagrada Congregación se dignó hacerme
escribir el 30 de noviembre de 1875, que habían
causado mucho disgusto los hechos por mí expuestos
en dicha carta 2; cuando se encontrara corroborado
con nuevos privilegios contra mi jurisdicción, me
aumentaría ciertamente los disgustos y
tribulaciones que todos los días me asedian en
esta vastísima archidiócesis:
Si don Bosco ha merecido y merece la bondad de
la Igleisa, yo pienso que no he desmerecido ni
desmerezco, y por tanto no veo porqué se le deban
conceder unos privilegios, que resultan un castigo
para mí.
La autoridad Arzobispal de Turín, desprovista
de toda prestancia en Turín, privada de las cuatro
quintas partes de sus rentas, vilipendiada,
burlada, despreciada e insultada todos los días
por casi todos los periódicos de Turín, y ello
porque el Arzobispo quiere mantenerse adepto a la
Santa Sede y requerir la observancia de la Ley de
Dios y de la Iglesia, no debe recibir ulteriores
desacatos por parte de don Bosco; el cual se
mostró tan opuesto con sus cartas, sus palabras y
sus actuaciones ((**It11.474**)), que
un periódico de la peor calaña de Turín manifestó
su alegría porque don Bosco era el único sacerdote
capaz de ofrecer resistencia al Arzobispo. Y si se
han de conceder nuevos privilegios a la
Congregación Salesiana en Turín, con perjuicio de
mi jurisdicción, espérese al menos a mi muerte,
que no puede tardar en llegar más que muy pocos
años, o déseme tiempo para retirarme de este
cargo, donde, por acumularse nuevas dificultades,
no podré permanecer largo tiempo.
Ruego a V. Eminencia comunique esta mi carta a
la Sagrada Congregación, en cuya sabiduría y
justicia pongo mi confianza.
Besando su sagrada púrpura, me declaro, con la
mayor consideración,
De V. E. Rvma.
Turín, 24 de marzo de 1876.
Muy
atento y s. s.
>>
LORENZO, Arzobispo de Turín
Dése conocimiento de esta carta al abogado
Sumista y prepáreseme otra audiencia con su
Santidad.
E.
SBARRETTI, Serio.
1 Tanto aquí, como en otras partes, las
palabras en cursiva son las que aparecen
subrayadas en los autógrafos de Monseñor, que
nosotros poseemos.
2 No hemos logrado, hasta ahora, encontrar
estas cartas.
(**Es11.401**))
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