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de nuevo una causa sobre la que ya se había
pronunciado, había sido darle un disgusto,
agravarle el mal que padecía y ponerlo todo en
peligro.
Además, el Secretario de la Sagrada
Congregación que había sucedido a Vitelleschi, aún
no había puesto sus manos en la masa, como
vulgarmente se dice, y andaba como desconcertado.
Añadíase a esto una circunstancia que don Bosco
ignoraba y que se la comunicó el cardenal Berardi.
El cardenal Prefecto, el cardenal Patrizi y algún
otro, <>, opinaban que don Bosco pedía
demasiado y, por consiguiente, había que someter
sus peticiones a un examen más detenido y
cuidadoso que de ordinario 1.
Se hizo saber, por consiguiente, al Siervo de
Dios que cambiara de posición. Aunque andaba muy
ocupado con los últimos preparativos para la
inminente partida de los misioneros, no quiso
aplazarlo, sino que, a primeros de noviembre,
cambió su solicitud y pidió solamente un
determinado número de favores, trece en total,
incluyendo los más indispensables y, por tanto,
los referentes a las sagradas ordenaciones.
El nuevo motivo que apoyaba y justificaba la
presentación de la instancia dentro de tan corto
espacio de tiempo, era que aquellas gracias debían
favorecer especialmente a los Salesianos próximos
a partir para las misiones extranjeras. Y puesto
que hemos tenido la suerte de haber encontrado el
texto de la súplica, la insertamos aquí por
entero.
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Beatísimo Padre:
El sacerdote Juan Bosco lleno de agradecimiento
a Vuestra Santidad que, con un rasgo de gran
bondad, dignóse aprobar definitivamente la
Congregación Salesiana, se postra hoy humildemente
a Vuestros Pies, Beatísimo Padre, suplicando
nuevas gracias especialmente en favor de los
Salesianos que deben partir muy pronto para las
misiones extranjeras.
Las cosas más necesarias son:
1.° Que los sacerdotes, aprobados para confesar
en una diócesis, puedan confesar a los socios de
la misma Congregación aun fuera de esta diócesis,
y que en los viajes, especialmente por mar, puedan
confesar indistintamente a otros fieles que viajan
en su compañía, observando en todo momento las
prescripciones y los ritos de la Santa Iglesia.
2.° Que en todas las iglesias de la
Congregación puedan celebrar la santa misa,
administrar la sagrada eucaristía, exponerla a la
veneración de los fieles, enseñar el catecismo a
los niños y predicar la palabra de Dios.
1 Carta del 20 de noviembre de 1875.
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