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ciudad: la de la iglesia y la de la escuela. Este
gran recogimiento y amor al estudio y a la piedad
hicieron que llegara muy pronto a ser muy docto y
muy santo. No tenía más que veintitrés años y, en
reconocimiento a sus méritos, le hicieron
Arzobispo de Milán y Cardenal de la Santa Iglesia.
Hay un episodio muy interesante en su vida.
Cuando fue san Carlos a visitar su diócesis, se
encontró con san Luis, que apenas tenía doce años;
y al verlo con tanta piedad y fervor, aunque
todavía no había sido admitido para recibir la
comunión, quiso él que la recibiera por vez
primera y administrársela él mismo, de modo que el
pueblo de Castiglione dudaba si proclamar como más
santo al niño que recibía la comunión o al prelado
que se la administraba.
Es verdad que nosotros festejamos a san Luis,
por ser patrono de la juventud; pero también hemos
de festejar y rezar a san Carlos, porque vivió
desde niño adornado de heroicas virtudes y porque
se preocupó muchísimo de la educación de los
jóvenes, obligando rigurosamente a los párrocos a
enseñarles el catecismo, fundando para ellos
colegios y seminarios y procurando de todos modos
contribuir a su bien y aprovechamiento espiritual
y temporal. Pidamos especialmente a san Carlos que
nos conceda un poco del desinterés que él tenía
por todas las riquezas y bienes de esta tierra,
que le llevó a dar en un solo día cuarenta mil
liras de limosnas, y en otra ocasión una herencia
entera. Que también nos dé san Carlos aquel amor
al prójimo que tanto le distinguió; porque habéis
de saber que, durante una epidemia que asoló a
Milán, él estaba siempre en medio de los apestados
para socorrerlos en sus necesidades corporales y
sobre todo en las espirituales; abrió su propio
palacio episcopal para amparar a los enfermos y
casi fue víctima de su mal y de su celo. Los que
puedan comulguen en honor de tan gran Santo y los
demás hagan una comunión espiritual y recen otras
oraciones para obtener su intercesión.
Aún faltaba una cosa para principiar bien el
curso: un fervoroso ejercicio de la buena muerte.
((**It11.464**)) Se
fijó este primer ejercicio del nuevo curso escolar
para una fecha muy sugestiva: el 11 de noviembre,
día de la despedida de los misioneros. Por la
noche de la antevíspera anunció el Siervo de Dios
el programa para la fiesta próxima e hizo que los
muchachos centrasen su atención en torno al
ejercicio de la buena muerte, inspirándose en la
finalidad de los misioneros al emprender su viaje.
Nuestros misioneros son esperados con ansias en
América, y todos confiamos en que harán mucho
bien. Este es el único motivo del viaje; procurar
la salvación de muchas almas. íSalvar almas y nada
más! Precisamente hoy he recibido carta del
alcalde de San Nicolás de los Arroyos, donde
fijarán su primera morada los misioneros; nos
promete ayuda material y dice que toda la
población tiene grandes esperanzas del bien que
les vamos a hacer. Para vosotros, lo principal de
esta fiesta es que hagáis bien el ejercicio de la
buena muerte, que consiste especialmente en hacer
una confesión y una comunión, como si
efectivamente fuesen las últimas de vuestra vida.
íAcordaos de que, cuando uno está acostumbrado a
hacer bien una cosa, llegada la ocasión, la hará
bien, casi sin darse cuenta. En cambio, cuando no
se ha acostumbrado a hacer bien algo difícil, no
lo logrará ni con esfuerzo. Así el que se ejercita
en bien morir y
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