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((**Es11.384**) procedería a un cuidadoso examen de tan delicado e importantísimo asunto>>. El librito del que ahora tratamos, el único impreso y reimpreso también, lleva en su última página la aprobación eclesiástica. >>Cómo se explica esto? El mismo Arzobispo se lo dice al Cardenal: <((**It11.453**)) consistía simplemente en que el padre Saraceno, de la Congregación de San Felipe, que examinó el libro, había declarado que no encontraba ningún impedimento para que se imprimiera. Pero ni el Arzobispo, ni el Vicario General, ni ninguno de los Oficiales de la Curia había autorizado con su firma la publicación del libro>> 1. íPero el padre Saraceno había sido nombrado Revisor sinodal por el mismo señor Arzobispo! Y más aún, el libro había sido enviado al padre Saraceno para su revisión por la misma Curia. Don Joaquín Berto depone que él vio la carta original del teólogo Maffei, escrita en nombre del Arzobispo para dicho Padre. No imagine nadie que entre la edición de 1875 y la de 1877 hubiese diferencias de importancia: no, se parecen como dos gotas de agua. El Cardenal pasó la comunicación a monseñor Salvati, escribiendo de su puño y letra en el sobre: << 1 de julio de 1880. Observe el egregio monseñor Promotor de la Fe los adjuntos libritos y verá que el Arzobispo de Turín no tiene razón. D. Card. Bartolini Pref.>>. No sabemos cómo llegó a conocimiento del Beato esta denuncia; pero hizo que el padre Rostagno de la Compañía de Jesús le escribiera una memoria, que él envió al mismísimo Cardenal, junto con una copia de la del 1878. Y acompañó el envío con esta carta: Eminencia Rvma. Mucho siento que un hecho falto de fundamento haya proporcionado tantas molestias a la Santa Sede y haya llegado últimamente a incomodar a V. E., ya tan preocupado atendiendo al bien de toda la Iglesia. He procurado, con la presente, dar las debidas aclaraciones a cuanto precedió y acompañó a la desagradable cuestión, que considero sin fundamento alguno. De todas formas yo siempre he sido, y espero serlo sin cesar en lo porvenir, un humilde hijo de la Santa Iglesia; obediente y sumiso a todo mandato, consejo o aviso que me venga de V. E. o de otra autoridad que proceda de la Santa Sede. ((**It11.454**)) Que Dios guarde a V. E. Las oraciones de los Salesianos y de sus alumnos se elevan al cielo cada día con este fin. 1 Carta del 26 de junio, 1880. (**Es11.384**))
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