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cuesta casi dos mil liras o al menos mil
quinientas; pero yo sería capaz de ofrecerlo a
seiscientas liras, aun cobrando mi ganancia limpia
de casi la mitad. Cuando yo puedo hacer estos
cálculos y fantasear estos proyectos, me encuentro
en mi centro. Claro que habría que hacer un pacto
con la muerte, para que no viniera a entorpecer
las cosas hasta que no estuviera concluida la
Obra. íSerían sesenta volúmenes, a uno por año!
Ingenio práctico por excelencia, como él era,
no lograba encontrar uno, entre los tratados de
filosofía y de teología que más circulaban en las
clases de los clérigos, que respondiera a la edad
de los estudiantes y a las necesidades de los
tiempos. Se requerían, según él, textos breves,
fáciles y precisos, que, por tanto, desentrañaran
bien las cuestiones fundamentales y de palpitante
actualidad y que sólo tocasen por encima u
omitieran del todo otras, que, aun siendo en sí
importantísimas, raras veces o casi nunca se
necesita hablar de ellas. Explicó su pensamiento a
don José Bertello, que hubiera sido el hombre
capaz de llevarlo a la práctica; Bertello
prometió, pero después no cumplió.
Estaba persuadido de que la música es un medio
educativo poderoso, pero encontraba pocas obras
musicales con religiosidad y gracia unidas. Por
eso exhortó a don Juan Cagliero para que preparara
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composiciones de distinto género, religiosas y
profanas, que reunieran aquellas cualidades.
Cagliero lo logró a las mil maravillas, y el
Oratorio compitió en sus ediciones musicales con
las primeras casas editoras de Italia.
En el apostolado de la prensa, tal y como él lo
concebía, eran indispensables dos cosas: precio
módico y amplia difusión. No pudo explicar su
razón sobre los precios hasta no contar con un
tipografía en Casa.
Empezó por una modesta imprenta, que fue
agrandando poco a poco, hasta competir con las
mejores de Turín. En 1875 la tipografía del
Oratorio tenía ya diez máquinas, fundición de
caracteres, estereotipia y calcografía.
Contemporáneamente abrió una minúscula librería
que fue creciendo hasta superar a las demás en
Turín en movimiento librero. Le pareció al Beato
don Bosco que tocaba el cielo con las manos,
cuando tuvo ocasión de lanzar más libros editados
por él en todas direcciones, a precios tan
reducidos que podían adquirirlos los bolsillos más
flojos.
Hacía ya muchos años que don Bosco iba
diciendo:
-Primero una imprenta, después una gran
imprenta y luego muchas imprentas...
Vivió lo suficiente para ver con sus ojos
mortales no sólo una gran
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