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Monseñor Solá, que los había precedido, bendijo su
iniciativa, los asistió eficazmente y los ayudó
con todos los medios que le fueron posibles. Hubo
también un judío rico, apellidado Lates, que en
cuanto conoció al Siervo de Dios, quedó fascinado
por sus palabras y su trato y frecuentemente echó
mano a la cartera para socorrerlo.
El abogado Michel, a quien encontraremos varias
veces en el camino de don Bosco por tierras de
Francia, merece que hagamos de él una mención
especial. Era un hombre muy inteligente y
cristiano, chapado a la antigua; fue verdadero
amigo de don Bosco y uno de los primeros y más
insignes cooperadores franceses; había estudiado
en la Universidad de Turín, donde tuvo ocasión de
conocer y apreciar la Obra de don Bosco. Dos
cartas suyas, dirigidas a don Bosco con fecha 9 de
octubre y 12 de noviembre de 1875, testimonian
cómo no ahorró medios hasta lograr los beneficios
de la Institución salesiana para la ciudad de
Niza. A su caridad y cuidados se debe
especialmente que don Bosco tuviera la alegría de
inaugurar el 21 de noviembre la primera casa en
Francia.
Lo primero que se necesitó fue hallar el lugar
donde emplazar la Casa. Hubo que renunciar
enseguida a la compra de un edificio. Una junta de
señores tomó en arriendo los locales de una
hilandería y proveyó de los enseres más
indispensables. El Obispo puso a su disposición un
espacio de trescientos metros cuadrados de su
jardín, para los juegos de los muchachos. El 9 de
noviembre llegaban allí sine báculo et sine pera
(sin bastón y sin alforjas), dos sacerdotes, un
clérigo y un coadjutor. Nunca se abrió una casa
más modestamente. Don Miguel Rúa se complacía en
recordar aquellos inicios tan pobres, contando dos
circunstancias particulares. Durante una visita
fue necesario emplear las camas para que todos
pudieran sentarse; y como uno tuvo que salir de la
habitación para buscar un objeto, dejó a oscuras a
los reunidos porque no había allí más que una luz.
Don Miguel Rúa concluía:
-Estas casas son después las más bendecidas por
el Señor.
Se requirió toda la habilidad de don Bosco para
evitar hasta la sombra de algo que pudiera herir
el sentimiento nacional; tanto más, cuanto que
había ((**It11.423**)) en la
ciudad un partido, que agitaba la bandera de la
separación de Niza de Francia para unirla a
Italia. Eligió, por consiguiente, como director a
don José Ronchail, con apellido netamente francés,
por haber nacido en Usseaux, en el distrito de
Pinerolo, cerca de la frontera francesa; hablaba
además expeditamente la lengua aprendida en la
niñez.
Entró siendo ya clérigo en la Congregación, en
la que asimiló el
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