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Pero, mientras mirábamos acá y allá, se
aproximaba el momento de partir y yo tenía que
separarme de mis hijos. No me habían dejado ni un
momento, me habían rodeado continuamente, y de
pronto uno empezó a sollozar, otro se echó a
llorar: y yo, os lo diré, aunque quise hacer de
Rodomonte 1 y mantenerme sereno, no pude evitar
que descendieran muchas lágrimas de mis ojos. Pero
debo manifestar el valor de todos ellos. Cierto
que lloraban, mas era un llanto que abiertamente
decía: no podemos retener las lágrimas, pero
partimos contentos porque vamos en nombre del
Señor a salvar muchas almas allí donde tanto se
siente la falta de operarios evangélicos.
Entre tanto se oía la señal de que bajaran del
barco los simples visitantes. Fue una verdadera
escena. En aquel momento se arrodillaron todos a
mi alrededor pidiendo la bendición. Hasta el
capitán y algunos señores allí presentes se
arrodillaron. Los bendije a todos y bajé a la
lancha que me esperaba para conducirme a tierra,
llevándome el corazón de mis hijos y acompañado de
sus miradas y de sus saludos, hasta que
desaparecieron de mi vista.
Por la tarde del domingo, 14 de noviembre,
cerca de las dos, zarparon de Génova. He recibido
ya algunas cartas desde Marsella, desde Barcelona
y desde Gibraltar en donde se para el buque varias
horas para recibir nuevos viajeros y cargar
provisiones. Los de Varazze y de Alassio, que
sabían la hora en que pasarían ante su vista,
estaban observando con sus anteojos, esperando
poder distinguir el barco que llevaba a nuestros
valientes atletas, que habían dejado la patria, la
familia y todo para ir a dar a conocer y hacer
amar la Religión de Jesucristo en aquellos remotos
países.
Oíd ahora cómo les fue el viaje desde Génova a
Gibraltar, última ciudad de Europa que tocan los
buques antes de entrar en el Atlántico y de donde
nos han llegado sus últimas noticias. Ninguno tuvo
que sufrir males de importancia, a excepción de
las incomodidades que todos experimentan los
primeros días de un viaje por mar. Por lo demás,
todo va magníficamente bien. Comen, como se suele
decir, a la francesa. Por la mañana les sirven
café o té. Hacia las once tienen el almuerzo en el
cual, además de los entremeses con salchichón,
mantequilla, mortadela y verduras, les sirven la
sopa y cuatro platos; después queso, fruta y
dulces a discreción. Ya veis que con este almuerzo
no es para pasar hambre antes de que llegue la
hora de la cena, hacia las cinco
y media de la tarde, con entremeses, ocho platos y
toda clase de fruta y dulces. Sin embargo, don
José Fagnano se lamenta de que los tratan muy
bien, que los platos son buenos, pero a pesar de
todo eso, no logra saciar su apetito, con lo que
nos da a entender que no es el mareo lo que más le
atormenta.
Además, han empezado ya su misión en el buque.
Todos los días celebran misa, a la que asisten
muchos pasajeros. Los domingos predican en
italiano para la mayoría y en español para los
otros, y tres veces a la semana dan catecismo a
los muchachos y a las muchachas.
En Marsella fueron a visitar el famoso
santuario de nuestra señora de la Guardia y los
que aún no habían celebrado misa en el barco,
tuvieron comodidad para decirla allí.
Por la mañana del 19 dieron vista a Gibraltar,
última ciudad de Europa donde se detiene el barco,
y desde donde hemos recibido las últimas noticias
de nuestros amigos.
1 Personaje valentón y fanfarrón de Orlando el
Furioso, de Ariosto, popularizado por Lope de Vega
y Zorrilla (N. del T.)
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