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llantos y sollozos por todas partes y puso a
prueba la serenidad de los jóvenes apóstoles.
Mientras un coro de niños entonaba desde el coro
el motete Sit nomen Domini benedictum ex hoc nunc
et usque in saeculum, en el presbiterio, en medio
de la conmoción de todos, el amado Padre y los
sacerdotes asistentes daban el abrazo de despedida
a los que partían. La conmoción llegó al colmo
cuando los diez misioneros, saliendo de la
balaustrada, atravesaron la iglesia pasando entre
los muchachos y conocidos. Se agolpaban en su
derredor para besarles la mano y la sotana. El
Beato llegó el último al umbral de la puerta,
desde donde contempló un grandioso espectáculo: la
plaza repleta de gente y una larga fila de coches
esperaba a los misioneros, al tenue resplandor de
las luces que iluminaban la noche, con el torrente
de luz que salía por la puerta de la basílica,
abierta de par en par, bajo un cielo límpido y
estrellado y una suave brisa que acariciaba a los
espectadores. Don Juan Bautista Lemoyne no
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contener los afectos que henchían su alma y
exclamó:
-íAh! don Bosco, >>empieza a cumplirse ahora lo
de Inde exibit gloria mea? (de aquí saldrá mi
gloria?).
-Es verdad, respondió don Bosco profundamente
conmovido.
Cuando Dios quiso, los misioneros, acompañados
por don Bosco y el cónsul argentino, subieron a
los coches que, despacio primero y al trote
después, se dirigieron a la estación del
ferrocarril. Pero fueron más rápidos los alumnos
de Valsálice, que les habían precedido a escape y
aguardaban en la sala de espera. Y partieron casi
inmediatamente hacia Génova.
El Beato Padre había prometido en su plática
entregar a los misioneros unos recuerdos
especiales, como testamento del padre a sus hijos,
que quizás no volvería a ver. Los había escrito a
lápiz, durante uno de sus últimos viajes, en su
cuadernito de apuntes; mandó sacar copias y los
entregó a cada uno en propia mano, mientras se
alejaban del altar de María Auxiliadora. Sirvan
los veinte avisos como sello de este capítulo:
1. Buscad almas, no dinero, ni honores, ni
dignidades.
2. Sed caritativos y muy corteses con todos,
pero evitad la conversación y familiaridad con
personas de diferente sexo o de conducta
sospechosa.
3. No hagáis visitas, si no es por motivos de
caridad y de necesidad.
4. No aceptéis nunca, a no ser por gravísimas
razones, invitaciones para comer fuera de casa.
Cuando tengáis que aceptarlas, procurad ir con
otro.
5. Preocupaos especialmente de los enfermos, de
los niños, de los ancianos y de los pobres, y os
granjearéis las bendiciones de Dios y la
benevolencia de los hombres.
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