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Además, en las regiones que rodean la parte
civilizada viven grandes hordas de salvajes, hasta
los cuales no ha llegado todavía la religión de
Jesucristo, ni la civilización, ni el comercio, y
donde los pies de los europeos no pudieron hasta
ahora dejar sus huellas. ((**It11.386**)) Estos
países son las Pampas, la Patagonia y algunas
islas cercanas, que forman quizá un continente
superior a toda Europa.
Todas estas vastísimas extensiones ignoran el
Cristianismo, no conocen en absoluto ningún
principio de civilización, de comercio, de
religión. íAh! Pidamos al dueño de la viña que
mande obreros a su mies, que mande muchos, pero
que los mande formados según su corazón, a fin de
que se propague el reino de Jesucristo en la
tierra.
Al llegar a este punto debería pedir a todos
los que me escucháis que recéis por nuestros
misioneros; espero que lo haréis. Nosotros no
dejaremos pasar un día sin pedir a María
Auxiliadora por ellos y me parece que María, que
hoy bendice su partida, no dejara de bendecir el
progreso de la misión.
Debería también dirigir unas palabras de
agradecimiento a nuestros bienhechores, que tanto
han trabajado para el éxito de esta misión. Pero
>>qué diré? Nos dirigiremos a Jesús Sacramentado,
que se va a exponer para la bendición, y le
pediremos que recompense todo lo que hicieron en
favor de esta nuestra casa, de la Congregación y
de esta misión.
Debería hablar de un ilustre personaje que
inició, prosiguió y condujo a término la piadosa
empresa; pero no debo hablar de él por encontrarse
aquí presente; me reservo otra ocasión para
hacerlo.
Ahora os dirigiré unas palabras a vosotros,
hijos míos, los que estáis a punto de partir.
Os recomiendo, lo primero, que en vuestras
oraciones privadas y comunitarias no olvidéis
jamas a nuestros bienhechores de Europa, que
ofrezcáis al Padre celeste las primeras almas que
ganéis para Cristo en homenaje y como prenda de
gratitud a los beneméritos cooperadores de esta
misión. A cada uno en particular ya le he dicho de
viva voz lo que me dictaba el corazón y yo creía
mas útil; a todos os entregaré escritos unos
recuerdos especiales que deseo sean como mi
testamento para los que van a aquellos lejanos
países y que quizá no tendré el consuelo de volver
a ver en esta tierra.
Pero me falta la voz y las lagrimas sofocan mi
palabra. Solamente os digo que, si mi alma esta
conmovida en estos momentos por vuestra partida,
mi corazón esta henchido de inmensa satisfacción,
al ver consolidada nuestra Congregación, al ver
que en nuestra poquedad, también nosotros ponemos
nuestra piedrecita en el gran edificio de la
Iglesia. Sí, marchad, con entusiasmo; pero
recordad que hay una sola Iglesia que se extiende
por Europa, por América y por todo el mundo y
recibe en su seno a los habitantes de todas las
naciones que acuden a refugiarse en su seno
maternal.
Cristo es Salvador de las almas que están aquí
y de las que están allá. Uno es el Evangelio que
se predica en un lugar y el que ((**It11.387**)) se
predica en otro; de forma que, aunque separados en
el cuerpo, tenemos en todas partes unidad de
espíritu, y trabajamos todos para la mayor gloria
de Dios y del Salvador, Nuestro Señor Jesucristo.
Pero doquiera os encontréis, amados hijos,
debéis tener siempre presente que sois sacerdotes
católicos y que sois salesianos. Como católicos,
habéis ido a Roma a reicbir la bendición y, mas
aún, la misión del Sumo Pontífice. Y con este
hecho pronunciáis una fórmula, una profesión de fe
y dais a conocer públicamente que sois enviados
por el Vicario de Cristo a cumplir la misma misión
de los apóstoles, como enviados por el mismo
Jesucristo.
Por tanto, los sacramentos, y el mismo
Evangelio predicado por el Salvador y por los
apóstoles y por los sucesores de san Pedro, hasta
nuestros días; esta misma Religión
(**Es11.329**))
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