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((**Es11.327**) Por no dejar nada por decir, añadiremos que la deliberación tomada de llamar a Turín a los Directores hubo de discutirse, en razón de los gastos que ello suponía. Pero prevaleció la idea de que, siendo el primer grupo que salía para las misiones, no sólo de Turín sino de todo el Piamonte, convenía hacer las cosas con la mayor solemnidad posible; tanto más que así los Directores tendrían ocasión para contar la ceremonia con todos sus detalles a los alumnos de sus colegios y se podría despertar alguna buena vocación. Terminadas las Vísperas, subió al púlpito nuestro Beato Padre. Al aparecer en él se hizo el más profundo silencio en aquel mar de gente; la emoción se adueñó del auditorio, que escuchaba embelesado sus palabras. Cada vez que se dirigía directamente a los Misioneros, parecía que su voz se velaba y se negaba a salir de sus labios. Frenaba él, con esfuerzo viril, las lágrimas; pero el auditorio lloraba. Un joven muy inteligente tomó nota de las líneas esenciales del sermón, cuyos conceptos aquí condensados, desarrolló el orador: Cuando estaba nuestro Divino Salvador en esta tierra, reunió a sus apóstoles antes de irse al Padre celestial y les dijo: Ite in mundum universum... docete omnes gentes... praedicate evangelium omni creaturae. Id por todo el mundo... enseñad a todos... predicad el Evangelio a todas las criaturas. ((**It11.384**)) Con estas palabras daba el Salvador a sus apóstoles no solamente un consejo, sino un mandato, para que fueran a llevar la luz del Evangelio por todas las partes de la tierra. Este mandato o misión dio el nombre de misioneros a los que van a promulgar o predicar las verdades de la fe por nuestras tierras o en el extranjero. Ite, id. Y, cuando nuestro Salvador se fue al Cielo, los Apóstoles cumplieron fielmente el precepto del Maestro. San Pedro y san Pablo se trasladaron a muchos países, ciudades y reinos del mundo. San Andrés se dirigió a Persia, san Bartolomé a la India, Santiago a España y todos, unos por acá y otros por allá, predicaron el Evangelio de Jesucristo, de manera que ya san Pablo pudo escribir a los Romanos: Fides vestra annunciatur in universo mundo (vuestra fe se anuncia por todo el mundo). >>Pero no hubiera sido mejor que los apóstoles se hubieran quedado primero en Jerusalén para evangelizar a sus habitantes y a los de toda Palestina, especialmente con la comodidad que allí habían tenido para reunirse y discutir los puntos fundamentales de la Religión Católica y el modo de propagarla hasta que no quedara ninguno en aquellas regiones sin creer en Jesucristo? No, no hicieron así. El divino Salvador les había dicho: Ite in mundum universum, id por todo el mundo. Por esto, no pudiendo los apóstoles correr por sí mismos todas las regiones del globo, asociaron a otros, y más tarde a otros operarios evangélicos, y los mandaron acá y allá a propagar la palabra de Dios. San Pedro envió a san Apolinar a Rávena, a san Bernabé a Milán, a san Lino y a otros a Francia, y lo mismo hicieron los demás apóstoles en el gobierno de la Iglesia. Los Papas, sucesores de san Pedro, hicieron otro tanto, y todos los que fueron a misiones, partieron con el consentimiento del Padre Santo. (**Es11.327**))
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