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para ello, sino que se iba adelante con limosnas,
se dignó mandarnos dos mil liras para continuar la
construcción de dicho edificio. Hemos de estarle
agradecidos considerando lo mucho que tan
paternalmente piensa en nosotros; hemos de
procurar ser cada día más dignos de tal Padre y
proclamar mientras podamos sus grandezas y sus
prerrogativas.
He visitado nuestros colegios y he de deciros
que estoy de veras contento al ver cómo va todo.
Lo primero es que los he encontrado repletos de
muchachos, llenos de salud y buenos, como os han
dicho los respectivos directores. Pero lo que más
me impresionó fue lo mucho que trabajan los
miembros de la Congregación. El trabajo es inmenso
y se trabaja de corazón, tanto que un mismo
individuo da clase y asiste a los alumnos en el
estudio, en el comedor, en el dormitorio, en el
paseo y no tiene una hora a su disposición. A tal
extremo que ((**It11.29**)) tuve yo
necesidad de sacar unas copias de algunas páginas
y no se pudo encontrar a ninguno libre que pudiera
hacerlo. Pero más que el trabajo, me agradó el
espíritu con que se trabaja. He de decir que no se
podía desear más. Me parece ver realizado el ideal
que yo me había formado de la Congregación.
Porque, además del trabajo que se ejecuta, está el
espíritu de obediencia y de indiferencia que
acompaña a todos los actos. No teme un profesor ni
un sacerdote, llegado el caso, echar mano en la
cocina o ponerse a barrer. Sea alabado el Señor;
procuremos conservar este espíritu y esforcémonos
siempre para ver si hay modo de aumentarlo.
Ahora que se está organizando la Congregación,
es cada vez más necesario que tengamos ánimos para
soportar aquello que nos puede desagradar, como la
insuficiencia del local o las cosas que no
encontramos adaptadas. Creo que no está lejano el
día en que cada profesor, y cada sacerdote, pueda
tener su cómoda habitación, mejor adaptada que las
que ahora tenemos; y también locales separados
para los novicios. Podremos tener hermosos
dormitorios, aireados y sanos. Mientras tanto,
soportemos ahora con mucha paciencia las
incomodidades presentes.
Otra cosa que deseo es introducir en nuestras
escuelas los clásicos cristianos, en vez de los
autores paganos. No podremos hacerlo todo de
golpe, pero deseo que, por cuanto se pueda, se
empiece a practicar. Me daría por satisfecho si
mis clérigos y mis sacerdotes llegaran a escribir
el latín como lo escribían Jerónimo, Agustín,
Ambrosio, León o Sulpicio Severo. Porque >>quién
hay entre los escolares que pueda señalar dónde
está realmente la belleza de Cicerón o de Tito
Livio? Y además, empleando los primeros no se
introducirían en la mente de los jóvenes tantas
ideas extrañas, inútiles y peligrosas, como las
que hay diseminadas en las páginas de los Clásicos
paganos.
Con este fin se han comenzado a imprimir
páginas selectas de las Obras de San Jerónimo y
espero que cuanto antes se publicarán también las
de Sulpicio Severo y después las de los demás.
Quizá podremos así remediar un mal muy grande de
nuestros tiempos.
Por fin don Bosco puso a la consideración de
los presentes las Misiones de América. Prosiguen
las actas:
En estos días nos han llegado cartas de
América, rogándonos que vayamos a aquellos lejanos
países para evangelizar a los pueblos. Pusimos
ciertas condiciones y han sido aceptadas. Ahora
haremos los trámites del caso para determinar lo
que hay(**Es11.32**))
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