((**Es11.319**)
faltaba el hombre capaz para encaminar las cosas y
liberar al Beato de toda duda y temor.
Además de don Juan Cagliero iba don José
Fagnano, destinado a dirigir el Colegio de San
Nicolás de los Arroyos. Había nacido éste en
Rocchetta Tanaro el año 1844, estaba en la flor de
la edad, poseía un corazón grande e intrépido, era
profesor de literatura en el bachillerato superior
y había sido prefecto en Lanzo y en Varazze. Un
simple deseo del Beato le bastó para dar el adiós
a todo, superando graves dificultades.
Don Valentín Cassini, natural de Varengo
(Monferrato), era maestro elemental; tanto dijo,
que logró convencer a su madre y hacer que se
resignara. Dejaba tras sí un recuerdo imborrable
entre los aprendices, a quienes atendía. El
pensamiento de que tenía que dejar el Oratorio,
donde había vivido trece años, no podía retener
sus lágrimas; sin embargo, repetía a don Bosco que
marchaba contento, porque estaba seguro de cumplir
la voluntad de Dios, manifestada en la del
superior.
Había otros tres sacerdotes: don Domingo
Tomatis, profesor de letras en el bachillerato,
natural de Trinit… (Mondovi), don Juan Bautista
Baccino, de Giusvalla, en el distrito de Savona,
que era maestro elemental, y don Santiago
Allavena, natural de Ventimiglia, maestro
elemental también.
Completaban el grupo cuatro coadjutores, que
vemos denominados catequistas, en el sentido que
esta palabra tiene en el lenguaje misionero. Eran:
((**It11.374**))
Bartolomé Scavini, maestro carpintero; Vicente
Gioia, cocinero y maestro zapatero; Bartolomé
Molinari, maestro de música vocal e instrumental;
y Esteban Belmonte, músico y encargado de los
quehaceres domésticos.
Durante las vacaciones de verano reunió don
Bosco a estos sus queridos hijos en el colegio de
Varazze, para que se dedicaran, bajo la dirección
del comendador Gazzolo, al estudio del español.
Obligáronse a hablar siempre en la nueva lengua, y
llegaron en poco tiempo a expresarse bastante bien
y fácilmente.
Pero uno, don Valentín Cassini, aún no había
recibido el presbiterado en el mes de septiembre,
e intentar que le ordenaran en Turín era tarea
inútil. Así que el Siervo de Dios se dirigió a
monseñor De Gaudenzi, obispo de Vigévano, con
quien mantenía antigua amistad, rogándole ordenara
pronto a Cassini y a otros cuatro diáconos:
Herminio Borio, José Leveratto, Carlos Farina y
Antonio Riccardi. Monseñor condescendió, pero puso
una condición: que el Beato asistiera en persona a
la sagrada ceremonia, en donde él la confiriera.
El Siervo de Dios respondió que sí.
(**Es11.319**))
<Anterior: 11. 318><Siguiente: 11. 320>