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-Puedo aseguraros que el Instituto tendrá un
gran porvenir, si vosotras seguís siendo
sencillas, pobres y mortificadas.
La inesperada partida de don Juan Cagliero para
América consternó a las buenas hermanas, sobre
todo, porque la noticia llegó a Mornese cuando el
director general ya había zarpado de Génova: la
falta de tiempo no le había permitido ni
despedirse. Y dice la crónica: <>.
Pero el Beato había tomado las medidas. En
efecto, el 10 de noviembre fue a visitarlas don
Miguel Rúa, que oyó a las hermanas y se informó de
todo. Enseguida comprendieron que él suplía al
director general lejano.
Llegaba don Miguel Rúa en el momento oportuno.
El Fundador había enviado a Mornese una, por
decirlo con nuestro documento, <>. El buen Padre
no se opuso a que hiciera una prueba, en atención
a su hermano, profesor de la Universidad y amigo
suyo. Pero a aquella edad ya no ((**It11.367**)) podía
sujetarse a la obediencia. Y, lo que era peor,
arrastraba a algunas de cabeza ligera. Las
superioras aguantaron lo indecible. Finalmente, la
Madre, preocupada, fue a consultar a don Bosco, de
donde volvió con su palabra, que sonaba así:
-Las que yo mando a Mornese, van para obedecer
y no para mandar.
Y parece que aquélla no se resignaba a
obedecer; por lo que don Miguel Rúa la envió de
nuevo a Turín.
Antes de abandonar el querido hogar de Mornese,
queremos reproducir un trozo de una carta, escrita
por monseñor Costamagna, que aparece ante nuestros
ojos en medio de otras cartas. Dice así el Obispo
salesiano:
<>-Ahora besan la mano a don Bosco; y más tarde
querrán hacer lo mismo con todos los demás y
pueden suscitarse desagradables inconvenientes>>.
Iremos viendo cómo los estrechos horizontes de
Mornese se ampliarán año tras año, hasta perderse
de vista; pero, doquiera vayan,
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