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se emplea el torno o caja giratoria, de manera que
la hermana puede entregar todo sin necesidad de
ver ni ser vista.
-En Mornese no existe todavía el torno para
servir a los sacerdotes; pero también habrá que
ponerlo aquí con el tiempo; y, mientras tanto,
será necesario estar atentas para guardar en esto
la clausura, que precisamente significa cierre,
separación.
-Dicen, además, vuestras Reglas que las
hermanas no vayan con frecuencia a casa de los
señores párrocos o de otros sacerdotes, ni les
presten servicio alguno. Todavía no estáis en este
caso; pero si llegase... hagamos, hagamos como
está escrito en las Reglas: la regla es la voz de
Dios.
No desaprobó el hábito nuevo de color negro,
mas, como no era posible dárselo a todas enseguida
por razones de economía, dijo:
-Sí, hacedlos de color negro, a medida que
podáis, sin causar molestias con los gastos. Las
hermanas que no están siempre en contacto con el
público, pueden gastar su hábito de color café. Es
cierto que debemos querer la igualdad en el
hábito; pero, en este momento, se trata de ajustar
cuentas con la señora Pobreza. Después, poquito a
poco, todas del mismo color, >>no os parece?
El Beato se fue, acompañado por don Juan
Cagliero y don Santiago Costamagna, hacia Ovada.
Se reunían allí para las fiestas centenarias de
san Pablo de la Cruz nueve obispos, con todos los
cuales tuvo ocasión de hablar sobre las
necesidades de sus Obras. Ese debió ser el único
motivo que le aconsejó hacer aquel viaje. En
efecto, en una de las cartas que, durante sus
ausencias, acostumbraba escribir a don Miguel Rúa
con una lista de encargos, informaciones e
instrucciones, decía: <>. La ((**It11.366**)) carta
no lleva fecha, pero ciertamente está escrita en
Mornese y en esta ocasión. Llevóse también consigo
al director de Mornese para que le ayudase a
revisar las Reglas del Instituto, que debía
presentar a la aprobación del Obispo de Acqui. Se
hospedaron en casa de don Tito Borgatta del 29 al
31 de agosto.
Cuando terminaban las funciones de iglesia, el
buen Padre, se retiraba a la casa, donde don
Santiago Costamagna le iba leyendo las Reglas,
artículo por artículo, y él corregía, ampliaba y
añadía. Después se las hacía releer, las retocaba,
hasta ver bien expresado su concepto. De allí
salieron casi totalmente transformadas.
Gracias a aquel trabajo del fundador, las
Constituciones merecieron la aprobación episcopal,
concedida en el mes de enero de 1876. Al comentar
el decreto recordaba don Santiago Costamagna a las
hermanas unas palabras que había dicho el Beato:
(**Es11.312**))
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