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para todos la meditación diaria, era admirable la
gran puntualidad y diligencia, pese a los
esfuerzos necesarios para no faltar. Que la
meditación la hacían, por separado, profesos y
novicios. Que se había adelantado media hora el
momento de levantarse, para facilitar la
asistencia de todos a la meditación, ya que no era
posible hacerlo en otro momento a lo largo del
día. Además, que los novicios tenían el estudio
aparte y las clases y conferencias solamente para
ellos. Habló finalmente del clero infantil, muy
floreciente; de las distintas compañías, no menos
florecientes, integradas por alumnos de las clases
más adelantadas que se distinguían por su buena
conducta. Terminó diciendo: <>.
Las últimas observaciones de don Miguel Rúa
sobre los socios y los novicios no deben llamar la
atención, como si hasta entonces se hubiera ido
adelante sin meditación y sin regularidad. Antes
de que se aprobaran las Reglas, era don Bosco
quien dirigía, puede decirse que individualmente,
a sus hijos; y no había más ejercicios en común
que los que se juzgaban necesarios y oportunos.
Pero, una vez conseguida la aprobación, precisaba
entrar en la legalidad, procediéndose también en
esto por grados, ya que ((**It11.28**)) no
pocos, enamorados de don Bosco personalmente y
dispuestos a arrojarse al fuego por él, aún no
tenían una idea exacta de la vida religiosa: hacer
pasar a éstos bruscamente de cierta libertad a una
observancia total no hubiera conseguido más que
alejarlos, induciéndolos a resoluciones
imprevistas. Don Bosco no abandonó nunca del todo
su antigua táctica, que había experimentado con
éxito durante el período preparatorio, cuando
había que inculcar los principios de la vida
religiosa casi sin ser advertido para no suscitar
desconfianzas o sospechas, fuera y dentro del
Oratorio, en aquellos tiempos hóstiles sobre todo
para los religiosos y las Congregaciones
religiosas; y la táctica era la de encariñarlos
con la Casa y aficionarlos a la Obra de modo que
se sintieran en familia: lo demás vendría por sí
mismo.
Lo avanzado de la hora impidió a don Bosco
tomar la palabra para hablar sobre el estado de la
Congregación y clausurar la asamblea; lo hizo el
día siguiente ante el mismo auditorio. Las actas
resumen así su discurso:
Los señores directores dijeron ayer tantas
cosas de sus Colegios que hemos quedado
maravillados. También yo quería hablar de la
Congregación para que se viera en qué punto nos
hallamos. Y como no pude hacerlo ayer por la
tarde, lo haré hoy. Ante todo he de comunicaros un
favor especial que Su Santidad quiso otorgarnos.
Sabéis que en San Pier d'Arena se está
construyendo para agrandar el hospicio que allí
tenemos. Pues bien, conociendo esto el Padre Santo
y sabiendo que no tenemos capital(**Es11.31**))
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