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un pequeño incidente. El clérigo Agustín Anzini,
admitido a los votos, no los quería hacer; pero,
después, volvió a pedir con insistencia la gracia
al Beato, el cual lo mandó a don Miguel Rúa. Este
le dijo que se presentara a cada uno de los
miembros del Capítulo Superior, que ya no podían
reunirse, y al maestro de novicios, para reiterar
sus súplicas. En vista de la buena voluntad que
demostraba fue admitido a la profesión trienal.
Pero, el pobrecito, atormentado por la hemoptisis
fue enviado el año 1879 a su casa, en busca de los
aires nativos, en el Cantón Ticino. Llegó a ser un
óptimo sacerdote y celoso párroco, aunque siempre
con una salud endeble. Quiso indemnizar a don
Bosco, a costa de no pequeños sacrificios, por los
gastos hechos en su favor durante casi siete años.
((**It11.347**)) Había
conseguido cuatrocientas cincuenta suscripciones a
las Lecturas Católicas. Murió en 1921.
También presidió el Beato don Bosco las dos
sesiones del 24 de septiembre.
He aquí, reducidos a trece puntos, los temas
tratados en la conferencia de la mañana:
1.° En la biblioteca del Oratorio faltaban
libros, que se habían prestado a los colegios y
que no habían sido restituidos. Quien tuviere
alguno, que lo devolviera: los libros prestados se
devolvieran a su puesto después de usarlos; no se
llevará ninguno fuera, sin permiso de don Bosco y
antes de avisar al bibliotecario.
A este propósito recordaremos que, desde los
principios, don Bosco había ido formando una
biblioteca, precisamente junto a su habitación, y
la había enriquecido continuamente con nuevos
libros, regalados, heredados o comprados. A pesar
de la penuria de locales, no tuvo dificultad en
destinar una sala bastante amplia. En ella había
colocado como bibliotecario a un sacerdote,
responsable del orden, la limpieza y la buena
conservación; pero la vigilaba también
personalmente porque tenía mucho interés en que no
hubiera manos profanas que la desordenaran o se
llevaran alguna obra.
2.° Que se mandaran a cada casa dos ejemplares
de los libros impresos en el Oratorio; uno para la
biblioteca y otro para uso de los socios, cargando
en cuenta el importe correspondiente.
3.° Que, si un salesiano permaneciese varios
días o semanas en un colegio que no fuese el suyo,
por razones de salud o por cualquier otro motivo,
el director de aquel colegio, al partir de allí
dicho socio, debe escribir a don Miguel Rúa o al
director local del hermano, según las
circunstancias, dando noticias de la conducta
observada, especialmente si hubiere ocurrido algo
notable.
4.° Que los directores locales no tienen
facultad para dejar ir de
(**Es11.297**))
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