((**Es11.29**)
al cosido y remiendo de la ropa blanca, a
satisfacción de todos. Se temía que dedicaran los
terrenos adyacentes al cultivo del arroz; pero la
insalubridad de los arrozales, comienza sólo
cuando se les quita el agua en la época de la
siega, lo que sucede en los meses de agosto y
septiembre, precisamente cuando los muchachos
estarían en ((**It11.25**)) sus
casas de vacaciones. Que todos disfrutaban de
perfecta salud, que el ambiente religioso y moral
parecía satisfactorio, a juzgar por la gran
frecuencia de los sacramentos. Mucha alegría en
los alumnos. El atribuía el notable mejoramiento
del año en curso a la bondad del personal. Terminó
encomendándose vivamente a las oraciones de todos.
A continuación tomó la palabra don Juan
Bautista Lemoyne, director de Lanzo. El número de
internos superaba al de los años anteriores y aún
se esperaban más; opinaba que pasarían de los
doscientos. Digno de particular encomio era el
clero infantil, compuesto en su mayoría por los
mayorcitos. Reinaba tal salud que maravillaba a
todos; ninguna indisposición, ni resfriado. Ello
se debía en buena parte a los cuidados del
prefecto, el padre Scappini. Resultaba muy
beneficiosa la separación de los muchachos de las
clases superiores de los de las inferiores.
Reconocía que el progreso notado se debía al
personal más abundante y bien preparado que había
enviado don Bosco.
Don Juan Bautista Francesia, director de
Varazze, se lamentó de que, por la estrechez del
local, se habían rechazado más de ochenta
solicitudes. Que los muchachos mostraban mucho
amor al colegio y a los superiores. Que los
recreos eran tan movidos y animados, que no se
podían describir; nunca se veía a nadie parado y
solo; nunca se formaba un grupo sin que hubiera un
clérigo en medio. Del personal se mostró muy
satisfecho.
Don Francisco Cerruti, director de Alassio,
hizo notar que el liceo tenía unos cincuenta
alumnos y que reinaba una conducta óptima; muchos
aspiraban al estado eclesiástico. En el colegio no
cabían más y fue preciso limitar los ingresos; que
se construía un pabellón que daría mucha mayor
capacidad; al mismo tiempo se estaba planeando
otra construcción, ya fuera para atender a todas
las peticiones, ya fuera para alojar con ((**It11.26**)) mucha
utilidad, como esperaba, a las Hijas de María
Auxiliadora.
Don Pablo Albera, director de San Pier d'Arena,
mostró su satisfacción de que estuviese ya casi
concluido un pabellón, que le permitiría doblar el
número de alumnos. Comunicó que, para aquella
construcción, el Padre Santo había enviado ya
otras dos mil liras. Tenía casi sesenta alumnos,
entre aprendices y estudiantes, todos con una
conducta tan buena que realmente no se podía
desear más; era muy grande(**Es11.29**))
<Anterior: 11. 28><Siguiente: 11. 30>