((**Es11.287**)
La bendijo solemnemente, en presencia de numeroso
público, monseñor Magnasco, gran amigo y
bienhechor de don Bosco y de sus hijos. En el
acta, leída públicamente y encerrada en la piedra
angular, hizo escribir el Beato estas memorables
palabras: <>. En efecto, antes de pasar
dos años, el edificio estaba terminado y abría sus
puertas a doscientos muchachos pobres, que fueron
distribuidos entre los talleres, ya existentes, de
carpintería, sastrería y zapatería y los nuevos de
tipografía, encuadernación y cerrajería. No se
detuvo el crecimiento, sino que, en los años
sucesivos, se procuró ampliar y perfeccionar las
obras, siempre gracias a la caridad de los
bienhechores.
Desde las casas de Liguria acerquémonos de
nuevo a la Casa Madre. Hay pocos hechos que llamen
nuestra atención en los colegios del Piamonte;
todo se reduce a un incidente en Valsálice y
alguna cosilla en Lanzo.
En Valsálice se festejó con la solemnidad de
costumbre al santo Patrono de la juventud. Había
entre los internos algunos muchachos sin
confirmar. Y era una hermosa ocasión la fiesta de
san Luis para administrar un sacramento tan
importante. Los superiores rogaron al Ordinario
que los honrase con su presencia, al menos para
administrar el Sacramento; pero, en vista de que
él no podía intervenir, ((**It11.335**)) porque
además se encontraba fuera de Turín, le hicieron
reiteradas instancias para que se dignase delegar
en otro obispo las facultades necesarias para la
administración de este Sacramento, proponiéndole
para el caso al Obispo de Susa. Al fin se
consiguió lo que se deseaba: asistió el Obispo de
Susa, pontificó, confirmó, contentó a todos y se
despidió satisfechísimo; pero nadie supo en
Valsálice que el diablo había metido los cuernos,
proporcionando a don Bosco una amargura más.
Era obvio que los superiores del Colegio, antes
de proponer al Ordinario la designación del Obispo
de Susa, se entrevistaran con el mismo Obispo para
saber si condescendería a su deseo, y que,
hablarían con el Arzobispo después de obtener una
respuesta favorable. Pero el Arzobispo, a lo que
parece, no lo entendió así. En efecto, aun cuando
hubieran bastado unos pocos y sencillos renglones,
se tomó la molestia de escribir al Obispo de Susa
una larga carta, en la que, después de dedicar dos
largos y estudiados períodos para decir lo que era
el objeto de la comunicación oficial, agregaba
este párrafo para don Bosco: <(**Es11.287**))
<Anterior: 11. 286><Siguiente: 11. 288>