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-Dejad tranquilo a don Bosco; es un cura que
hace el bien.
Extrañó a las gentes del Gobierno que don Bosco
tuviera tal defensor. Comunicó la noticia del
hecho una persona, que en aquel momento no dejaba
a sol ni a sombra al General.
Y pues nos encontramos en la Liguria,
añadiremos que el mismo Garibaldi, veraneando en
Villa Gótica, en las playas de Alassio, habló
bondadosamente con un alumno de aquel Colegio, que
le presentó doña Francisca 1. Esta había sido
nodriza, aya, o algo así, de aquel muchacho; le
vio pasar con un grupo, le reconoció y le hizo
llamar a su casa.
Garibaldi le recibió bien y le dijo:
-Entonces, >>tú estás en el colegio de don
Bosco?
-Sí, señor.
->>Y te quieres hacer sacerdote?
-Aún no sé qué voy a ser.
->>Se habla mal de mí en el colegio?
-Yo no he oído nunca a nadie hablar mal de
usted.
((**It11.327**)) -Vete,
pues, con tus compañeros, estudia y sé obediente a
tus superiores.
La simpatía de Garibaldi por don Bosco no
parece que fuera algo pasajero. Cuando fue
recibido triunfalmente en Milán el año 1880,
alguien le preguntó por qué no iba a Turín. Y él
le respondió llanamente:
-A Turín no iré.
->>Y por qué?
-Porque allí está don Bosco.
En otra ocasión dijo:
-Este sí que es un cura valiente, un verdadero
sacerdote de Dios, amante de la humanidad. Hace el
bien a la juventud, y es el único en Italia.
íEra demasiado! Aquellas palabras herían a
muchísimos estupendos sacerdotes, que se
sacrificaban en Italia en favor del prójimo. De
todos modos es digno de tomarse en cuenta que, una
vez al menos, el implacable enemigo de los
sacerdotes, supiera hablar bien de uno que era
sacerdote de verdad en todo el sentido de la
palabra.
En una de las primeras visitas que don Bosco
hizo al Colegio de Varazze, a principios del mes
de junio, cazó una vocación. Hay un
1 Así se llamaba sencillamente a la señora
Francisca Armónico, la última mujer que convivió
con José Garibaldi.
(**Es11.280**))
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