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por el Gobierno y de tanto mérito personal, le
conciliaba crédito. Pero cuando éste conoció sus
intenciones, le dijo de modo terminante:
-Señor Gobernador, hágase amigo de don Bosco si
quiere triunfar; de lo contrario, don Bosco le
hundirá.
Faltóle tiempo al marqués de Invrea para
comunicar estas palabras al propio don Juan
Bautista Francesia.
Pero el gobernador no hizo caso de aquel aviso.
Contra la costumbre de sus predecesores, iba a
visitar e inspeccionar personalmente los
municipios, embolsándose las treinta liras diarias
de las dietas. Un día se recibió en Varazze el
aviso oficial de su llegada para la inspección del
municipio y del colegio. Era precisamente el día
de la Natividad de san Juan Bautista, por lo que
tocó a don Juan Bautista Francesia quedarse a la
espera del gobernador, no pudiendo asistir a la
fiesta de don Bosco en Turín.
Llegó a las cuatro de la tarde, presentóse al
alcalde, dio una ojeada a los libros de la
Administración municipal y, al ver algunas
cantidades destinadas al pago de misas, fiestas
religiosas e iluminación en honor de los Santos
Patronos, dijo al alcalde, al estilo del tiempo, y
con su punta de sarcasmo:
-Hay otros Santos en el paraíso, por los que se
debe gastar el dinero.
El Alcalde, que era un rico señor, respondióle
fríamente:
-Nuestras fiestas las pagamos con nuestro
dinero.
Aquella tarde regresó Colucci a Génova, tan
decidido a volver dos días más tarde a Varazze
para visitar el colegio y las escuelas, que dejó
para entonces la firma del alcalde ((**It11.326**)) para
la entrega de su dieta. Pero Varazze no volvió a
verle. Al llegar a su despacho se encontró con la
horma de su zapato, pues allí le esperaba una
orden ministerial, con su inmediato traslado a
Catania. Más tarde fue relevado de su cargo y
nombrado senador; pero sufrió una desgracia mayor:
el Senado no aprobó el nombramiento y lo expulsó
de su seno. Quizá fue aquél el primer caso de una
expulsión semejante. Es forzoso, sin embargo,
decir, en honor de la verdad, que en Catania echó
mucha agua en su vino anticlerical, pues es
innegable que favoreció de todos modos la apertura
del primer colegio de don Bosco en Sicilia, en la
ciudad de Randazzo.
Pero, aun después de su partida, se apreciaba
en el Gobierno Civil de Génova cierta velada
hostilidad contra las instituciones de don Bosco,
la cual desapareció con la intervención de
Garibaldi. Cuando éste llegó a Génova y se dio
cuenta de aquella animadversión, quiso saber el
motivo, y después exclamó:
(**Es11.279**))
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