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clérigos, sobre las vacaciones, como ya hemos
visto. Todo, pues, nos autoriza para opinar que
este encuentro fue buscado por serios motivos,
aunque hasta ahora no tenemos documentos seguros
que nos precisen su alcance.
Una visita, que bien podemos calificar de
histórica, es la que recibió el Siervo de Dios el
día de la Asunción. Durante la ((**It11.323**))
novena, predicaban los ejercicios espiritiales al
clero de Casale Monferrato, monseñor Andrés
Scotton y el canónigo José Sarto. El obispo de la
diócesis, monseñor Ferré, animó a los dos
predicadores a que pasaran por Turín y visitaran a
don Bosco. Se presentaron en el Oratorio por la
mañana, y don Bosco los invitó a comer. Se
celebraba aquel día una pequeña fiesta para
conmemorar el cumpleaños del Beato. Era aquella la
primera vez que se celebraba, ya que hasta
entonces siempre había creído él que había nacido
el 15 de agosto. El error común quedó corregido,
después de su muerte, con la partida de
nacimiento.
Cuando terminó la parca comida salieron del
refectorio; el canónigo se despidió bonitamente
del Siervo de Dios y, para decirlo llanamente,
arrastró tras de sí al compañero a refocilarse en
una fonda de la ciudad. Siendo ya Papa, recordaba
con admiración lo mortificada que le había
parecido la mesa de don Bosco.
Recordaba también Pío X un ejemplo de la
docilidad con que los muchachos del Oratorio
respondían a una palabra de don Bosco, y cumplían
sus órdenes.
->>Quiere ver cómo obedecen estos muchachos?,
le dijo el Beato.
Y llamó a uno, le dio una botella y le dijo:
-Ahora, abre la mano.
El muchacho la abrió instantáneamente y la
botella cayó al suelo.
Rióse el canónigo y rieron los que presenciaban
el hecho; pero el muchacho miraba tranquilamente a
don Bosco esperando una orden suya.
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