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el cardenal Berardi, y algunos si es don Carlos.
Voy a deciros en pocas palabras quién es. Es un
personaje que quiere mucho a don Bosco y al
Oratorio; pero desea conservar el incógnito, esto
es, no quiere que se sepa quién es. Ya vendrá el
tiempo en que lo sabréis.
Estas palabras hicieron que se formaran nuevas
cábalas; pero los más estaban persuadidos de que
era el cardenal Berardi.
Su Eminencia pasó aún otro día en Turín. Había
ido solamente para hablar con don Bosco, mantuvo
el más riguroso incógnito, rehusando recibir o
hacer visitas; ni siquiera vio al Arzobispo. Por
lo demás, intercambió muy pocas palabras con el
denodado periodista católico, el teólogo Margotti,
director de la Unit… Cattolica.
Los tres días celebró la misa en la catedral.
Su imponente aspecto y la gravedad del porte con
que pidió celebrar, cortó la palabra a quien
intentaba cumplir las formalidades ordinarias, y,
sin más, le entregó una sotana.
Dos de los que acompañaban al Cardenal eran sus
sobrinos, y el más joven y también más
desenvuelto, era precisamente el que había sanado
prodigiosamente en el 1869 después de recibir la
bendición de don Bosco.
El Beato acompañó al Cardenal toda la mañana.
Le condujo a la armería real, al jardín botánico,
a los jardines reales con la casa de fieras.
Llevóle a la capilla de la Sábana Santa, junto al
palacio real, y a la biblioteca de la Universidad,
en donde el célebre orientalista profesor
Gorresio, ((**It11.321**)) que
tenía mucha amistad con don Bosco, enseñó al
eminente visitante lo mejor que allí había en
miniaturas y códices.
Don Bosco volvió a casa para la comida, y, por
la tarde, fue de nuevo para saludarle y
despedirse. El Cardenal manifestó su alegría y
satisfacción por haber visitado Turín y le dijo a
él en particular:
-Ahora escribiré a Su Santidad y, en llegando a
Roma, ya sabré yo hablar respecto a usted.
En las <> habló así don Bosco a
todos los muchachos:
El personaje, que ayer tuvo la bondad de
visitarnos, se ha ido y no es el caso de que yo
mantenga el secreto. Algunos de vosotros ya saben
que era Su Eminencia el Cardenal Berardi, persona
muy benemérita del Oratorio y que trabajó
muchísimo en Roma por nosotros. Me ha encargado
que os saludara en su nombre y os dijera que ha
quedado muy satisfecho de todos. Hubiera querido
hablaros antes de marchar, pero se habría visto en
la precisión de decir quién era y, como esto no lo
quería de ninguna manera, me dejó a mí el encargo
de saludaros. Me dijo que cuando llegue a Roma
quiere hablar mucho de vosotros con el Padre
Santo. Por de pronto escribirá una carta a Pío IX,
contándole la gran recepción que le habéis
tributado, ya que no
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