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Agradó extraordinariamente al Cardenal aquel
lugar, el edificio y la recepción de los alumnos.
Y dijo a don Bosco:
-Se nota que es un colegio señorial, bien
organizado, y de acuerdo con la condición de los
alumnos. En Valdocco se veía limpieza, orden, pero
no riqueza, ni elegancia; también allí estaba todo
de acuerdo con la condición de los alumnos. Si el
ambiente de aquí fuera menos señorial,
difícilmente se decidirían las familias a
confiaros sus hijos;
y si allá hubiera más, no se vería una casa de
beneficencia. Todo, todo está muy adecuado.
Bajó de Valsálice, entró en Turín por el puente
de hierro sobre el Po y don Bosco le indicó el
lugar donde se levantaría la iglesia de San Juan
Evangelista y le narró la serie de peripecias que
originó la adquisición del terreno. Hacia las ocho
se apeó el Cardenal en el Hotel d'Europe y siguió
don Bosco hasta el Oratorio, donde algunos
sacerdotes le esperaban, ansiosos por saber cómo
había pasado la tarde. Don Bosco les contentó
durante la cena.
El Cardenal se encontraba en Turín desde el día
anterior, pero nadie lo sabía. Don Bosco, que fue
a visitarle, le había acompañado a ver el
Cementerio. Al describir a sus sacerdotes aquella
visita, les dijo:
-Después de ver muchos monumentos, admirar los
mármoles, los trabajos, la limpieza, los paseos de
cipreses, le conté para distraerlo la historia de
la señora Griffa, que vosotros ya sabéis.
-No, no la sabemos, exclamaron los sacerdotes.
-Aún no hace muchos años la señora Griffa
estaba gravemente enferma. Su marido, médico
famoso de la corte, la exhortaba a resignarse al
gran paso. Pero ella no podía quitarse la pena de
tener que morir. Preguntáronle qué era lo que más
le inquietaba y respondió al marido: <((**It11.320**)) se me
concederá>>.
-Si no es más que eso, le prometió el marido,
yo haré poner sobre tu tumba un gran paraguas de
hierro, que te defienda de la intemperie.
-<>, dijo la mujer.
Murió y el marido cumplió su promesa. Y yo
acompañé a Su Eminencia a ver el famoso paraguas,
que todavía está en su sitio.
Y mientras don Bosco entretenía de esta forma a
los sacerdotes, don Miguel Rúa decía a los
muchachos después de las oraciones:
-Todos vosotros, queridos jóvenes, deseáis
saber quién es el personaje que hoy nos ha
visitado. Uno pregunta si es el Papa, otros si es
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