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a los señores a visitar un dormitorio y el salón
de estudio; dieron una mirada al jardín de detrás
de la casa y descendieron a los pórticos, donde
los músicos empezaron a tocar sus instrumentos.
Después de oír una pieza visitaron todos los
talleres.
((**It11.318**)) Don
Bosco, antes de que llegara el forastero, había
prevenido a todos los que habían estado en Roma, y
le conocían, para que estuvieran callados, no
dijeran nada, ni dieran muestras especiales de
respeto; pero el incógnico corrió peligro de ser
descubierto, porque, en la librería, don Joaquín
Berto ofreció al desconocido la partitura de una
misa dedicada por don Juan Cagliero al cardenal
José Berardi, y uno del séquito parece que le
dijo:
-Oh, está dedicada a usted.
Dos aprendices de la librería lo oyeron y
divulgaron la sospecha. Y dos muchachos de la
imprenta, que eran romanos, apenas le vieron
exclamaron con admiración:
-íSi es el Cardenal Berardi!
Cuando reaparecieron bajo los pórticos ya
estaban colocados los estudiantes en doble fila y,
entre una salva de aplausos, entonaron el himno.
Sentóse el visitante con los otros tres. Sonaron
los cantos y las piezas de música durante una
media hora. En los intervalos don Bosco dirigía
unas palabras a su huésped, dando explicaciones
sobre los jóvenes y concertando el modo de visitar
deprisa la ciudad.
Al terminar la recepción, levantóse el
visitante, quitóse el sombrero, hizo un amable
saludo a los muchachos y se dirigió a la portería.
El respeto y la veneración que mostraba a don
Bosco llenó a todos de admiración y de
complacencia. Quiso que fuera a su derecha; y,
ante su intento de colocarse a la izquierda, le
dijo:
-En esto mando yo; siga a mi derecha.
A la salida, subió él primero al carruaje y, al
advertir que don Bosco daba la vuelta hacia atrás
para subir por la otra portezuela y ponerse a su
izquierda, le hizo volver de nuevo y entrar por la
misma que había subido él y sentarse a su derecha.
Don Bosco hubiera preferido permanecer
descubierto; pero tuvo que cubrirse.
Todos los muchachos rodeaban la carroza y
aplaudían. Allí sorprendieron a don Juan Cagliero
y a don Joaquín Berto que le besaban la mano,
mientras él les bendecía. Entonces casi se
confirmó la sospecha de muchos. Nosotros
prescindimos del <>.
Se puso en marcha la carroza y, a poca
velocidad, hizo un largo recorrido por la ciudad,
según el itinerario trazado por don Bosco, que
mostró y explicó a Su Eminencia los monumentos más
importantes. ((**It11.319**)) La
meta fue Valsálice.
(**Es11.273**))
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