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Todo el que sepa cuán grande era la humildad de
don Bosco y su elegancia en el hablar y tratar, no
puede menos de sonreír el atribuirle un disparate
tan garrafal. Una de dos: o el canónigo ha
falseado las palabras del cardenal o el Obispo
tomó una cosa por otra. Que el paladín de la
antigua Curia, cuando juzgaba a don Bosco, viera
todo del color de sus anteojos y también que
procurase engañar, ha sido demostrado en demasía
por el reverendo Cossu 1 y otros. Nosotros no
condenamos las intenciones, pero lo dicho, dicho
está, dirían muchos. Por lo demás, son cosas
((**It11.316**)) que
suelen ocurrir, cuando se quiere defender algo a
ultranza; ya lo decía el poeta romano, poniendo
sobre aviso a ciertos abogados: Causa patrocinio
non bona peior erit 2.
Si además no fuere así, lo sentimos por el
obispo, pero debemos decir que su impresión le
hizo entender al revés las palabras de don Bosco.
El era respetuoso con personas de elevada posición
que le daban confianza, sí, pero tomaba un aire
bonachón y sencillo, que revelaba un espíritu
sincero y opuesto a todo engaño. Si recibía la
visita de un prelado, al que consideraba como
amigo íntimo, lejos de engreírse, empleaba, según
su costumbre, frases graciosas y confiadas, que
ciertamente habría evitado, si con su habitual
perspicacia hubiera descubierto en el interlocutor
un sentimiento de su dignidad tan fácil a
molestarse como para no tolerar que nadie bromeara
en su presencia. Suponer que don Bosco fuera capaz
de atreverse a aconsejar a un obispo es no conocer
el abecé de su psicología.
El 5 de julio fue una jornada para señalar con
piedra blanca en la crónica de las visitas: fue
una fecha memorable hasta por la forma dramática
con que don Bosco quiso que se desarrollase el
suceso.
Durante la comida se presentó uno de los
superiores en el refectorio de los muchachos. Hizo
una señal al lector para que suspendiera la
lectura. Y, con aire de misterio, les dijo: que
cuando oyeran la señal de la campana, subieran al
dormitorio, se pusieran el mejor traje, se lavaran
bien, se peinaran, dieran lustre a los zapatos...
porque... llegaba a visitarles un gran personaje.
Que mostraran educación, tuvieran el sombrero en
la mano y guardaran silencio a su debido tiempo.
Que los músicos fueran, a las dos, para ensayar un
himno de ocasión.
Es de imaginar la curiosidad que el aviso
despertó. Apenas salieron del comedor todos
rodearon a sacerdotes y clérigos, acosándoles a
1 Positio super dubio: An adducta contra Ven.
Servum Dei obstent, quominus in Causa procedi
passit ad ulteriora (Situación sobre la duda: Que
lo presentado contra el Ven. Siervo de Dios no
obsta, para que se pueda seguir más adelante en la
causa).
2 Ov., Trist., I, 1, 261: Una causa mala se
hace peor, si se la defiende.
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