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((**Es11.268**) acercarse a él. Esa especie de indiscreción, de la que nadie tiene escrúpulos en casos semejantes, causó un incidente la noche del 1.° de junio. Don Bosco había terminado tarde de confesar a los aprendices y tarde fue a cenar. Daban vueltas por el patio dos santas señoras de Bolonia, directoras de un hospital, que habían ido a Turín para la fiesta de María Auxiliadora y para hablar con don Bosco. Al oír que a aquella hora estaba en el refectorio, hacia allá que se fueron a encontrarlo las dos señoras. ->>Ustedes aquí a esta hora?, exclamó don Bosco, apenas las vio aparecer. -Nos hemos animado a entrar con la intención de hablarle un momento. ->>Pero no saben que a estas horas esto ya es clausura? -En realidad no lo sabíamos; y , si a usted no le gusta, nos retiramos, observó una de ellas. -Pero es que ha sido don Miguel Rúa quien nos ha acompañado, dijo la otra. -Bueno; no las echo fuera, pero piensen ustedes en la pena incurrenda (en que incurrirán) por violar la clausura. Había unas diez personas presentes, así que las dos señoras quedaron aún más mortificadas. No creemos que don Bosco pensara seriamente en amenazar con penas canónicas, pese a que el cronista hace este comentario: <>. Hasta aquella noche nunca había puesto allí los pies una mujer durante la cena ni después de ella. Los que conocen la extremosa delicadeza de don Bosco, comprenden muy bien que aquello no podía acabar de otro modo. No nos apartamos del mes de junio. Los que vinieron aquel mes al Oratorio, vieron cómo la casa de don Bosco seguía siendo ((**It11.313**)) siempre la casa de la hospitalidad. Don Bosco no sabía cerrar la puerta a nadie. Las dos señoras de Bolonia habían hecho el viaje acompañadas por el señor Lanzarini, que había hospedado en su casa de Bolonia a don Bosco, cuando volvía de Roma, y que entonces, a su vez, fue huésped del Oratorio durante más de un mes. Contemporáneamente se hospedaban en el Oratorio personas de distintas nacionalidades y religiones; un judío recién convertido al cristianismo, un católico inglés de unos veinticinco años, deseoso de aprender latín para ordenarse de sacerdote; un clérigo de la isla de Malta; un protestante sueco, joven todavía, que se preparaba para recibir el bautismo; un francés que había abandonado los deberes religiosos durante muchos años, y que, (**Es11.268**))
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