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dos en el Oratorio y usted manda a tres a otros
colegios. Ahora, es verdad, se ordenarán once;
pero, entre tanto, se abre una casa en América y
un hospicio para comenzar la Obra de María
Auxiliadora. Y después, de esos once, quién por un
motivo, quién por otro, resulta que cuatro, seis y
quizá ocho retardarán su ordenación, y buenas
noches: nos quedamos tan a oscuras y más que
antes.
-No, no. Salvo que en Roma no nos concedan las
extra tempus que he pedido; pero no hay que
suponerlo, porque hasta ahora se nos ha concedido
todo lo ((**It11.307**))
pedido. Apenas lleguen las extra tempus, el primer
domingo se ordenarán de menores, el segundo de
subdiáconos, el tercero de diáconos y el cuarto de
misa.
-Y éstos ocuparán el puesto de otros; pero se
necesitarán otros para ocupar los puestos de
éstos.
-íAh! Me temo que mientras exista el Oratorio
siempre será lo mismo; un trabajo empuja a otro y
el segundo es empujado por un tercero; y cuando
uno no lleva dos trabajos entre manos, llevará
tres, y así estaremos siempre alegres.
-íBueno, bueno! Ahora el que tiene que pensar
en ello, que lo piense; yo me voy a América y
veremos si allá cambian las cosas un poco.
Estaban presentes tres sacerdotes, que no se
escandalizaban, ni mucho menos, por la franqueza
de Cagliero, hija de su gran familiaridad con don
Bosco.
El irá a América, sí, pero no como un fugitivo.
Los once ordenandos ya nos son conocidos. Pese a
todas las contrariedades, el catálogo de 1876 nos
da noticias de ocho sacerdotes, dos diáconos y un
subdiácono.
Mientras Dios nos conceda vida para llevar
adelante estas Memorias Biográficas, procuraremos
que no se nos pierda ninguna de las sabias
directrices dadas por don Bosco a sus sacerdotes
para el ejercicio del sagrado ministerio. íQué
tesoro tan abundante tendríamos ante nosotros, de
no habérsenos mostrado tan avaro el tiempo! Pero
recojamos, mientras tanto, las migajas.
Entre los poquísimos profesos entrados en la
Congregación, ordenados ya sacerdotes, sobresalía
singularmente don Luis Guanella. Siendo director
del Oratorio de San Luis diole un día don Bosco
estas normas prácticas para la predicación:
-Si quieres agradar y hacer el bien cuando
predicas a los muchachos, es preciso que pongas
ejemplos, parábolas y comparaciones, pero lo más
importante es que las expongas y desarrolles con
todos sus detalles, hasta en las más nimias
circunstancias. Entonces los muchachos se
interesan y esperan con ansias el final del
relato.
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