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naciendo y nace precisamente en unos tiempos
procelosos; necesita, por consiguiente, de todo y
de todos, dentro de la maxima indulgencia que sea
compatible con la autoridad de los Ordinarios; por
tanto, no pedimos el rigor de las leyes canónicas,
sino suma clemencia y caridad en la aplicación de
las mismas. En este sentido los religiosos
Salesianos han trabajado siempre y siguen
trabajando en la diócesis de Turín, en número de
doscientos, no por miedo a las leyes que les
obliguen o por interés material, sino únicamente
movidos por la necesidad en que la Iglesia se
encuentra de obreros que trabajen en el campo
evangélico. Y no obstante esto, estoy autorizado
por todos mis hermanos Salesianos para asegurarle
que cualquier cosa que S. E. nos advirtiera, en
pro o en contra de las leyes canónicas, pondremos
la mayor diligencia, procurando evitarla para
cumplir cuanto fuere del caso.
Ruégole todavía me permita le haga saber
algunas cosas que han consternado y humillado
grandemente a los pobres salesianos.
Primero fue el decreto con fecha 17 de
noviembre de 1874, con el que S. E. tuvo a bien
quitar los privilegios y favores que sus
antecesores, y S. E. misma, habían concedido a
nuestra institución en el transcurso de treinta y
cinco años. Caso que tendra pocos semejantes en la
historia: conceder las licencias en forma limitada
y quitar la facultad de absolver de las culpas
reservadas a nuestro Superior que, sin haberlas
solicitado, le fueron benévolamente concedidas.
La respuesta negativa dada a nuestra súplica de
que viniera a honrar con alguna ceremonia el
septenario de la fiesta de la consagración de la
iglesia de María Auxiliadora, y confirmar a
nuestros muchachos; a las dos cosas respondió
negativamente y no permitió tampoco que pudiéramos
invitar a otro Obispo para que asistiera.
A primeros de este año se negó la facultad de
predicar a dos de nuestros sacerdotes, uno de los
cuales es el director de las escuelas para
externos y del Oratorio festivo de San Francisco
de Sales.
Todas estas graves medidas suponen ciertamente
graves motivos, que nunca hemos podido conocer.
((**It11.305**)) A
pesar de todo ello, a nuestro Superior, sobre
quien recaen estas medidas, nunca se le ha oído
decir, escribir, ni manifestar de ninguna otra
forma algo menos decoroso para nuestro Superior
eclesiastico. Por el contrario, puedo asegurar a
S. E. que, habiendo sido invitado a firmar cosas
contra S. E., que fueron después enviadas a Roma,
se negó con indignación.
Pudo enterarse de que un colaborador de cierto
periódico muy malo tenía preparada y pagada una
serie de artículos contra S. E. y él se resolvió a
admitir gratis a un hijo de ese desgraciado y
entregarle una cantidad de dinero, a condición de
que se le dieran aquellos escritos infames, y que
nunca se publicaran. Se consiguió el intento.
Solamente en el pasado octubre (1875), algunos,
llevados por las voces de que don Bosco era
contrario al Arzobispo, le presentaron una
biografía indigna de S. E., ofreciéndole una
vistosa cantidad de dinero para que la imprimiera.
Don Bosco logró que le dejaran el manuscrito para
examinarlo; pasaba de mil paginas y, cuando se
enteró del contenido, redujo aquellos folios a
pedacitos que arrojó al fuego.
Este gesto tuvo graves consecuencias, cuyo peso
todavía carga sobre don Bosco; pero él esta
siempre contento cuando, aun a costa de cualquier
sacrificio, puede conseguir la tutela del honor de
su Arzobispo, a quien siempre ha amado y
respetado.
Me doy cuenta de que me he extendido demasiado.
Perdone V. E. este desahogo de mi corazón con el
que he querido asegurar que los Salesianos jamás
han o nada en menoscabo de la estima y veneración
de V. E.; ni cuando era sólo canónigo
(**Es11.261**))
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