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((**Es11.261**) naciendo y nace precisamente en unos tiempos procelosos; necesita, por consiguiente, de todo y de todos, dentro de la maxima indulgencia que sea compatible con la autoridad de los Ordinarios; por tanto, no pedimos el rigor de las leyes canónicas, sino suma clemencia y caridad en la aplicación de las mismas. En este sentido los religiosos Salesianos han trabajado siempre y siguen trabajando en la diócesis de Turín, en número de doscientos, no por miedo a las leyes que les obliguen o por interés material, sino únicamente movidos por la necesidad en que la Iglesia se encuentra de obreros que trabajen en el campo evangélico. Y no obstante esto, estoy autorizado por todos mis hermanos Salesianos para asegurarle que cualquier cosa que S. E. nos advirtiera, en pro o en contra de las leyes canónicas, pondremos la mayor diligencia, procurando evitarla para cumplir cuanto fuere del caso. Ruégole todavía me permita le haga saber algunas cosas que han consternado y humillado grandemente a los pobres salesianos. Primero fue el decreto con fecha 17 de noviembre de 1874, con el que S. E. tuvo a bien quitar los privilegios y favores que sus antecesores, y S. E. misma, habían concedido a nuestra institución en el transcurso de treinta y cinco años. Caso que tendra pocos semejantes en la historia: conceder las licencias en forma limitada y quitar la facultad de absolver de las culpas reservadas a nuestro Superior que, sin haberlas solicitado, le fueron benévolamente concedidas. La respuesta negativa dada a nuestra súplica de que viniera a honrar con alguna ceremonia el septenario de la fiesta de la consagración de la iglesia de María Auxiliadora, y confirmar a nuestros muchachos; a las dos cosas respondió negativamente y no permitió tampoco que pudiéramos invitar a otro Obispo para que asistiera. A primeros de este año se negó la facultad de predicar a dos de nuestros sacerdotes, uno de los cuales es el director de las escuelas para externos y del Oratorio festivo de San Francisco de Sales. Todas estas graves medidas suponen ciertamente graves motivos, que nunca hemos podido conocer. ((**It11.305**)) A pesar de todo ello, a nuestro Superior, sobre quien recaen estas medidas, nunca se le ha oído decir, escribir, ni manifestar de ninguna otra forma algo menos decoroso para nuestro Superior eclesiastico. Por el contrario, puedo asegurar a S. E. que, habiendo sido invitado a firmar cosas contra S. E., que fueron después enviadas a Roma, se negó con indignación. Pudo enterarse de que un colaborador de cierto periódico muy malo tenía preparada y pagada una serie de artículos contra S. E. y él se resolvió a admitir gratis a un hijo de ese desgraciado y entregarle una cantidad de dinero, a condición de que se le dieran aquellos escritos infames, y que nunca se publicaran. Se consiguió el intento. Solamente en el pasado octubre (1875), algunos, llevados por las voces de que don Bosco era contrario al Arzobispo, le presentaron una biografía indigna de S. E., ofreciéndole una vistosa cantidad de dinero para que la imprimiera. Don Bosco logró que le dejaran el manuscrito para examinarlo; pasaba de mil paginas y, cuando se enteró del contenido, redujo aquellos folios a pedacitos que arrojó al fuego. Este gesto tuvo graves consecuencias, cuyo peso todavía carga sobre don Bosco; pero él esta siempre contento cuando, aun a costa de cualquier sacrificio, puede conseguir la tutela del honor de su Arzobispo, a quien siempre ha amado y respetado. Me doy cuenta de que me he extendido demasiado. Perdone V. E. este desahogo de mi corazón con el que he querido asegurar que los Salesianos jamás han o nada en menoscabo de la estima y veneración de V. E.; ni cuando era sólo canónigo (**Es11.261**))
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