((**Es11.259**)
El desacuerdo existente entre la autoridad
Eclesiástica de Turín y la Congregación sigue
abierto y se mantiene por cuanto comenzó y
continúa recibiendo, vestidos de clérigos en sus
casas, a individuos despachados del Seminario
Metropolitano, no sólo sin ningún permiso, sino
hasta contra la negativa explícita de la autoridad
Eclesiástica. Lo cual es subvertir el orden
jerárquico y la buena disciplina del Seminario y,
como consecuencia necesaria, herir en una de las
partes más sensibles el corazón del Arzobispo.
((**It11.302**)) Se
mantuvo este desacuerdo y sigue manteniéndose
todavía, faltando lo mismo en las cartas que en
las conversaciones a la reverencia debida al
carácter y a la autoridad arzobispal, como sucedió
la otra noche (29 de diciembre de 1875); y se
conforma después, para reparar tal falta,
comenzando con un condicional y dubitativo
<>, que una vez dicho, ciertamente puede
pedir perdón de cualquier pecado, aun aquel que no
tiene ningún defecto.
Manténgase la Congregación dentro de los
estrictos límites de las leyes canónicas,
practique sus constituciones a la perfección, no
se olvide de la reverencia que debe al Arzobispo,
ni haga, ni pretenda hacer nada contra su
jurisdicción, como desgraciadamente ha sucedido
más de una vez; ni falte a los deberes de justicia
con él y con la diócesis; y en esto y en cualquier
otra cosa y en toda ocasión, dé ejemplo de
humildad, que constituye la primera virtud de las
Congregaciones religiosas; y las cosas tomarán el
aspecto que les corresponde según las buenas
reglas de la justicia cristiana.
Don Bosco dictó sin titubear la respuesta, pero
formulándola en la persona de don Miguel Rúa. Ella
tiene, tanto en el concepto como en la redacción,
la delicadeza de la caridad; que patiens est,
benigna est, non aemulatur, non agit perperam 1.
Excelencia Reverendísima:
Siento el deber de presentar el más cordial
agradecimiento por las observaciones enviadas el
31 de diciembre último, las cuales confirman la
idea que todos tenemos, a saber, que la verdadera
causa del descontento de V. E. con la Congregación
Salesiana es sólo la falta de explicaciones. Tengo
fundado motivo para creer que, dado el verdadero
significado a las cosas y puesta de manifiesto
nuestra buena voluntad, se deben desvanecer las
dificultades inexistentes, o no queridas. Por mi
cargo de prefecto de la Congregación, siempre he
estado al día en todo y, por tanto, si me lo
permite, expondré mi modo de ver, sometiéndolo a
su iluminada sabiduría.
<>.
Esto no ofrece ninguna dificultad para
nosotros, ya que así está determinado por nuestras
Reglas (Cap. XI) y cada primero de año leemos en
presencia de todos los salesianos el decreto
Romani Pontifices del 25 de enero de 1848,
publicado por la Sagrada Congregación de Obispos y
Regulares, en el que aparecen las normas que han
de seguirse en esta materia; más aún, siempre
tenemos a la vista las muchas respuestas dadas
aclarando las dudas surgidas y los hechos
demandados.
1 1 Cor. XIII, 4.
(**Es11.259**))
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