((**Es11.256**)
Hay además una cosa que creo esté bien clara en
este momento, respecto a la vocación, y es lo que
se refiere a la vocación dudosa. Dejo aparte el
hablar de las señales de la vocación, de cuándo
uno la tiene y no la tiene; sólo querría responder
a quien dijese: -Yo me haría religioso de buena
gana, pero >>quién sabe si tendré la llamada? Me
quedo aquí; pero >>quién sabe si el Señor quiere
que permanezca aquí o me llama más bien a otra
parte?
1.° Desde el momento en que habéis tenido el
deseo, la voluntad de entrar en la Congregación,
ya habéis tenido una señal de que el Señor, al
poner en vosotros este deseo, esta voluntad,
quiere que la sigáis.
2.° Desde el momento en que este deseo que
tenéis os viene de parte del Señor, no debéis
rechazarlo sin una manifestación expresa de la
voluntad de Dios en sentido contrario, la cual
debe ser reconocida por el Director espiritual.
Alguno dirá: ->>Quién sabe si el Señor me
llamará a una vida más austera que ésta? -En la
mayor parte de los casos, o casi en todos, esto es
un engaño.
Si el Señor te inspiró entrar en una
Congregación, en la que tú veías que podías hacer
el bien, el desear otra cosa es alejarte del lugar
en donde el Señor te puso.
El demonio busca cómo hacerte salir de aquí
para una vida más austera; y cuando ya estés allí
te hará esta insinuación: ->>Quién sabe si podré
resistir? -O bien: -Veo que voy perdiendo la
salud; >>quién sabe si el Señor me pide esto? -El
demonio es el príncipe de la discordia y de la
agitación y siempre nos perseguirá, doquiera que
vayamos nos pondrá sus tentaciones. Y después,
después... Tú sal de aquí para llevar una vida más
austera; ahora sal; mas >>quién te asegura que en
realidad abrazarás una vida de más austeridad?
Salió uno de la Congregación, diciendo que nuestra
vida es un poco floja, que él quería llevar una
vida más dura, y por tanto más perfecta. Salió, y
unos días más tarde decidió no entrar en ninguna
religión, a cambio de llevar una vida austera en
el mundo: de allí a poco se relajó, y después
abandonó las prácticas de piedad. Me lo encontré
hace pocos días, le pregunté por su vida y empecé
enseguida a hablarle de las cosas del alma. Me
respondió:
-Don Bosco, no me hable de esto.
->>Y por qué?
-Porque ya no pienso en ello; he abierto los
ojos...
->>Cómo así?
-íPues, mire!, durante bastante tiempo me
enredé con ideas ridículas que no tienen nombre.
-Pero, amigo mío, >>no vas a confesarte?
->>Confesarme?
((**It11.299**))
->>Pero y la salvación de tu alma, que te
preocupaba al extremo de que no te bastaban los
rigores de nuestra Congregación y buscabas otros
mayores? Si te portas así, pierdes el paraíso y se
te prepararía el infierno.
-Basta, no me hable más de eso; ya no creo en
esas bagatelas.
Queridos míos, por más que le dije, no hubo
forma de hacer llegar una palabra a su corazón. Si
el Señor no muda su manera de pensar, con un
verdadero milagro de la gracia, está
irremisiblemente perdido.
Otros dicen a su vez:
-Nosotros nos quedaríamos de buena gana,
pero...
-Pero >>qué:
-Pero no me quiere el superior... no parece
satisfecho de mí... yo no me presto a que la
Congregación se aproveche de mí. No tengo bastante
virtud. Los superiores me odian.
(**Es11.256**))
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