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Conviene también que pensemos en el personal de
América. Es cosa ya aceptada y hay que comenzar
las clases de español y empezar a hacer la
selección del personal; porque, de acuerdo con lo
establecido, la partida sería en octubre o, a más
tardar, en la primera quincena de noviembre. Hemos
recibido cartas de allí, en las que nos expresan
el ardentísimo deseo con que nos esperan, y la
necesidad que tienen de nosotros. Y está
construido el colegio y lo ponen inmediatamente a
nuestra disposición. ((**It11.297**)) Hay
también una iglesia pública donde atender al
culto, y las escuelas de la ciudad estarán en
nuestras manos. Es necesario también dar clases de
italiano, francés e inglés. Los habitantes son
buenos por naturaleza y muy religiosos: pero
carecen de instrucción y de sacerdotes que les
instruyan. San Nicolás, que es la ciudad a donde
iremos, tiene cerca de cincuenta mil habitantes,
todos católicos, y no tiene más que tres
sacerdotes. >>Qué son tres sacerdotes para una
ciudad como Alessandria, para administrar los
sacramentos, enterrar, llevar el Viático, celebrar
la misa, confesar, predicar y enseñar el
catecismo? Tenéis que saber también que no muy
lejos de San Nicolás empiezan las regiones
habitadas por los salvajes indígenas, que son
muchos en aquel lugar. Estos ya admiten la
religión cristiana y piden ser instruidos; pero no
hay nadie que pueda atenderlos y los dejan vivir y
morir fuera de la religión católica sin que
lleguen a saber quién es Dios. Estas necesidades
perentorias son las que nos hicieron aceptar, por
de pronto el colegio, y espero que más adelante
podremos ocuparnos también de los salvajes,
instruirlos, educarlos y hacerlos cristianos.
Durante los pasados días hemos sido visitados
por el cardenal Berardi, a quien ahora conocéis
bastante. Es una demostración de su gran bondad,
mis queridos hijos, la que su Eminencia nos dio.
Vino expresamente desde Génova a Turín para
visitar el Oratorio; y después, al ver la
benevolencia que nos demostró, la satisfacción que
experimentaba al contemplar a nuestros muchachos,
la manera entusiasta al hablar de ellos, era algo
para emocionarse. También me impresionó ver el
efecto que el Padre Santo nos tiene; porque, entre
otras cosas, decía también el Cardenal:
-El Padre Santo me encargó expresamente que os
saludara y os comunicara a vos y a vuestros
jóvenes su bendición; además me encargó deciros
esto y aquello.
Parece que nosotros debamos ser yo no sé qué,
ante las solicitudes de un Papa tan grande.
Ahora, volviendo de nuevo a nuestras
vacaciones, es necesario os avise de un gran
peligro que hay en ellas. Porque, ícuántas
vocaciones he visto perderse durante las
vacaciones! Y ésta es la pérdida más grande, la
ruina mayor que os puede suceder. Y, sin embargo
sucede, especialmente cuando se va a casa de los
propios padres. Se empieza por hablar de las
necesidades, de los intereses; llegan los
parientes y no se habla más que de compras,
ventas, mercados y ferias. El pobre clérigo >>qué
podrá sacar de bueno estando siempre entre esas
conversaciones? Y eso, por no hacer mención de
otra clase de conversaciones, muchas veces
inmorales, y que no se pueden impedir: riñas entre
hermanos, en las que, casi a la fuerza, hay que
tomar parte; después el padre, ya anciano, que no
sabe hablar más que de las miserias de la familia,
con el deseo de que alguno le ayude, que ya tendrá
tiempo de hacerse sacerdote y otras cosas por el
estilo. San Bernardo se vio obligado a no volver
nunca a casa de sus padres. Lo dice él mismo: -Una
sola vez fui; pero, al volver al convento, no hice
más que ((**It11.298**)) llorar
y durante varios meses sentía en mi corazón las
lágrimas y las necesidades de mi padre, y cómo yo
le había podido ayudar, hasta que el Señor, en su
bondad, me libró de aquella tentación.
Si esto le ocurrió a san Bernardo, cuántas
vocaciones arruinó este pensamiento de ayudar a
los padres.
(**Es11.255**))
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