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((**Es11.252**) ordenados. Don Bosco la miró e hizo un gesto de sorpresa. Faltaban los nombres de algunos que hacían los últimos cursos de teología y que, además, observaban una conducta intachable. Don Julio Barberis observó con mucho respeto: -Es cierto, están preparados, pero ésos dan clases y, si reciben ahora el subdiaconado, el rezo del Breviario les haría perder mucho tiempo, cuando deben... El Beato no le dejó terminar la frase, y empezó a decirle con vehemencia: ->>Pero, qué dices? >>Que el rezo del Breviario hace perder tiempo? Al contrario, lo hace ganar. Los clérigos, cuando lo recitan, cumplen el encargo divino de rezar con toda la Iglesia; el Breviario les instruye con la palabra inspirada de la Sagrada Escritura, con las lecturas de los Santos Padres, con las vidas y ejemplos de los Santos; además, rezan con los salmos y los cánticos del pueblo de Dios y con los himnos litúrgicos. El Breviario proporcionará a estos clérigos más conocimientos que muchos maestros y libros; y les inspirará para enseñar a sus alumnos la ciencia de Dios y de las almas. Por consiguiente, hagamos que comprendan bien nuestros clérigos la importancia del orden del subdiaconado y el gran medio que tendrán con el Breviario para su instrucción religiosa y su santificación. Ya verás el provecho que sacarán bajo todos los aspectos. Después volvióse a don José Vespignani, que escuchaba edificado y admirado un elogio tan espontáneo y fervoroso del Breviario, y concluyó con estas palabras a modo de interrogación: ->>No es cierto que éste es el mejor tesoro para un clérigo ordenado in sacris? Sobre los clérigos pendía amenazador el servicio militar, con el peligro de que se disiparan las mejores esperanzas. Los obispos de Italia se lamentaban. Don Bosco tenía cada año ((**It11.294**)) su buena decena de clérigos expuestos a este peligro. Buscaba todos los medios para librarlos de los riesgos del cuartel: sugería expedientes, visitaba personas influyentes, recogía limosnas para el rescate. Esta cartita para la señora Teresa Vallauri, turinesa, bienhechora del Oratorio, tiene todos los visos de referirse a uno de estos casos. Benemérita señora Teresa: Le devuelvo la sombrilla, muy agradecido. El médico de cabecera de un clérigo es el capitán Chiaves, buen cristiano que vive en la calle de Santo Domingo, n.° 3. Le agradezco mucho, muchísimo, la caridad que tiene conmigo y con esta incipiente (**Es11.252**))
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