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ordenados. Don Bosco la miró e hizo un gesto de
sorpresa. Faltaban los nombres de algunos que
hacían los últimos cursos de teología y que,
además, observaban una conducta intachable. Don
Julio Barberis observó con mucho respeto:
-Es cierto, están preparados, pero ésos dan
clases y, si reciben ahora el subdiaconado, el
rezo del Breviario les haría perder mucho tiempo,
cuando deben...
El Beato no le dejó terminar la frase, y empezó
a decirle con vehemencia:
->>Pero, qué dices? >>Que el rezo del Breviario
hace perder tiempo? Al contrario, lo hace ganar.
Los clérigos, cuando lo recitan, cumplen el
encargo divino de rezar con toda la Iglesia; el
Breviario les instruye con la palabra inspirada de
la Sagrada Escritura, con las lecturas de los
Santos Padres, con las vidas y ejemplos de los
Santos; además, rezan con los salmos y los
cánticos del pueblo de Dios y con los himnos
litúrgicos. El Breviario proporcionará a estos
clérigos más conocimientos que muchos maestros y
libros; y les inspirará para enseñar a sus alumnos
la ciencia de Dios y de las almas. Por
consiguiente, hagamos que comprendan bien nuestros
clérigos la importancia del orden del subdiaconado
y el gran medio que tendrán con el Breviario para
su instrucción religiosa y su santificación. Ya
verás el provecho que sacarán bajo todos los
aspectos.
Después volvióse a don José Vespignani, que
escuchaba edificado y admirado un elogio tan
espontáneo y fervoroso del Breviario, y concluyó
con estas palabras a modo de interrogación:
->>No es cierto que éste es el mejor tesoro
para un clérigo ordenado in sacris?
Sobre los clérigos pendía amenazador el
servicio militar, con el peligro de que se
disiparan las mejores esperanzas. Los obispos de
Italia se lamentaban. Don Bosco tenía cada año
((**It11.294**)) su
buena decena de clérigos expuestos a este peligro.
Buscaba todos los medios para librarlos de los
riesgos del cuartel: sugería expedientes, visitaba
personas influyentes, recogía limosnas para el
rescate. Esta cartita para la señora Teresa
Vallauri, turinesa, bienhechora del Oratorio,
tiene todos los visos de referirse a uno de estos
casos.
Benemérita señora Teresa:
Le devuelvo la sombrilla, muy agradecido. El
médico de cabecera de un clérigo es el capitán
Chiaves, buen cristiano que vive en la calle de
Santo Domingo, n.° 3.
Le agradezco mucho, muchísimo, la caridad que
tiene conmigo y con esta incipiente
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